La he visto varias veces. Y, aunque en ciertos pasajes se puede notar su extensa duración, no desmerece su lugar bien ganado dentro de las incuestionables del cine clásico, sobre todo por la conducción del "director sin sello", como hacen alusión al gran William Wyler. El regreso de tres veteranos de la segunda guerra mundial y su acople a la nueva vida que les espera, es el argumento principal, donde cabe la familia, el trabajo, el prejuicio, la amistad y el romance; con diálogos sencillos pero profundos y actuaciones memorables de todo su reparto sin excepción. De pronto, pude dar la impresión de ser un tema muy "norteamericano" por aquello de la consabida semblanza que hace el director a las fuerzas militares de Estados Unidos. Sin embargo, creo que es solo la excusa para mostrar a una sociedad todavía timorata que intenta introducirse nuevamente a la vida cotidiana de alcanzar el sueño del progreso y los valores familiares. Con ello, se destaca por ejemplo una bella y señorial Myrna Loy como ancla del hombre cabeza de hogar, gran Fredric March, que llega desubicado a la familia que ya habían formado y que por ende, no se había detenido en el tiempo; el lisiado, magistralmente interpretado por el novato Harold Russell que comienza su más fuerte batalla consigo mismo primero para poder seguir adelante con el amor de su vida; y un Dana Andrews que definitivamente tiene que comenzar de nuevo, incluyendo con su fracasado matrimonio, para encontrar un nuevo sentir a la vida. Los completan una Teresa Wright dulce y decente; y una Virginia Mayo como la esposa pícara de turno. Sin duda, Wyler da clase de sobriedad y tino. Y las casi tres horas al final se agradecen por el viaje emocional a la que nos conduce.