El psicoanalista alemán Sigmun Freud llegó, con sus controvertidas teorías, ha alcanzar un reconocimiento mundial solo equiparable a la animadversión que dichas teorías creaban en determinadas personas.
Un servidor, que ha estudiado profundamente los enunciados freudianos, llega a la conclusión de que para poder disfrutar de la obra, y para poder bucear por la mente del alemán, hay que dejarse convencer de entrada por unas ideas básicas a partir de las cuales se cimenta el resto de la historia.
Y de igual modo hay que enfrentarse a Caótica Ana. Hay que dejarse convencer por unas líneas de diálogo que patinan por terrenos peligrosos (y se salvan de la caída); hay que dejarse convencer por unos rostros desconocidos y una estructura narrativa ecléctica y, cómo no, caótica. Hay que dejarse guiar por una cuenta atrás arriesgada que va de número en número y de historia en historia. Pero sobre todo, Caótica Ana es una película que hay que ver sin prejuicios, con la mente abierta, dispuestos a dejarse llevar de la mano por los mundos interiores de Medem/Ana, saludando sin sorpresas a los giros de guión inesperados y los momentos (muchos momentos) en los que el vasco sintoniza con esa sensibilidad tan de su cine y, a partir de ahora, tan de Ana.
Caótica Ana no es la mejor película de Julio, pero sí la más arriesgada, sí es, sin duda, la película en la que uno tiene más la sensación de estar frente a frente con los fantasmas desnudos de Medem.
Caótica Ana es una película que hay que ver sin miedo a dejarse guiar. Pero sobre todo, es una película que hay que ir a ver. Siempre.