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Voto de townshend1988:
8
Thriller Las hormonas pueden ser muy traicioneras. Y si no, que se lo digan a los adolescentes que, atraídos por un anuncio que promete sexo en grupo con una mujer, caen en la trampa de un grupo de fanáticos religiosos dispuestos a erradicar con métodos extremos la libido de la juventud norteamericana. Historia inspirada en la figura real de Fred Phelps, el líder de un grupo religioso extremista que se hacía llamar la Iglesia Bautista Westboro. (FILMAFFINITY) [+]
3 de enero de 2012
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La familia Phelps fue bautizada en un documental realizado por la BBC inglesa como la más odiada de los Estados Unidos. La categorización, quizás un tanto exagerada, se le atribuía no a un simple núcleo familiar, sino al seno de una micro-iglesia independiente formada por no más de 40 personas unidas por lazos maritales o sanguíneos. Podemos afirmar sin embargo que su popularidad entre los estadounidenses no es ni mucho menos elevada. Son bien pocos, pero sus incómodas proclamas tienen un gran poder mediático y su hiperactividad se ha materializado en varios reportajes (Jordi Évole de Salvados sin ir más lejos), convertidos en herramientas para expandir su cuestionable ideario. “God hates fags” (Dios odia a los maricones), es su mandamiento principal, a partir del cual van desgranando una serie de hipótesis enfermizas sobre cómo la plaga homosexual lleva a los Estados Unidos y al mundo entero hacia la debacle y el Apocalipsis.

Y ahora en un sesudo ejercicio mental, vamos a relacionar a los Phelps con Kevin Smith, el cineasta que revolucionó la comedia Indie americana en los noventa gracias a su ingenio desbordante y a un sobresaliente dominio del diálogo, y que últimamente se encontraba completamente perdido, reciclado en sus propias concepciones de cine y habiendo dirigido su primera película con guion ajeno: la no muy bien recibida “Cop Out” (Vaya par de polis).
Pues aunque parezca mentira podemos poner ambas cosas en relación, y lo que es aún más sorprendente es lo fructífero del resultado. No deja de parecer una maniobra auto-destructiva, pero Red State no es el simple cambio de registro llevado a cabo por un cineasta a la deriva; es mucho más que eso. Cada diálogo, secuencia, fotograma, está cargado de una gozosa mala uva liberada de todo prejuicio. En el visionado de Red State se ve como Smith se lanza a la piscina sin salvavidas, pero consciente de las habilidades que tiempo atrás le hicieron nadar a contracorriente.

No es solo cambiar el apellido Phelps por Cooper, ni imaginar que las células terroristas al amparo de textos anacrónicos pueden surgir en los lugares más insospechados. El frenético relato no deja títere con cabeza en la sociedad americana: Smith no tiene reparo en llevarse por delante al sistema judicial y sobre todo a unas fuerzas de seguridad a las que los americanos rinden pleitesía religiosa desde el 11 S.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
townshend1988
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