Uno no acaba de tener claro si Sorogoyen es el de "Stockholm" (2013) con la que se abrió camino o el de los thrillers, con el denominador común que siempre se las apaña para cosechar algún premio. Por no hablar de su faceta televisiva. Ahora quizás extenuado del imparable ritmo frenético al que sometió a Antonio de la Torre en "El reino" vuelve al drama, con Isabel Peña como inseparable coguionista  y se lo toma con tiempo. Exactamente más de dos horas.

Personalmente y a pesar de los premios no creo que haya hecho nada mejor que "Stockholm". Aquí explota la potente y desgarradora idea que plasmó en su corto homónimo del 2017 y se enrosca en el dolor de esta madre (impresionante Marta Nieto) que jamás podrá quitarse de su cabeza el batir de esas olas que arrastran la desaparición traumática de su hijo de 6 años ante su propia impotencia. Solo por esto la cinta merece su visionado. Pero la cosa no avanza, la relación con el chaval está muy forzada por mucha necesidad que ella tenga y fascinación que pueda producir en un adolescente como el que encarga con solvencia Jules Porier. Da la sensación que Sorogoyen se siente cómodo en el filo de la navaja de la transgresión, de la ambigüedad y no quiere soltar la presa ofreciendo un desenlace que no está a la altura de lo que propone. El endeble perfil psicológico del personaje que encarna Porier choca con la contundencia patológica del de Elena en su tragedia, que viene a encarnar ese vínculo indivisible entre dos seres que han vivido en simbiosis durante más o menos 9 meses y cuyos lazos perduran de por vida.  Y cuando la desgracia se produce no hay santo Job como el que interpreta estupendamente Alex Brendemühl que lo soporte.

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