Se dice que: “nunca es tarde cuando la dicha es buena”. No creo que sea el caso. El impacto visionario y posteriores repercusiones e influencias (“Matrix” la más destacada) que tuvieron los mangas de Masamune Shirow de 1989 al 95 y las dos películas de Anime a cargo de Mamoru Oshii, quedan muy atrás al ritmo en que avanzan las nuevas tecnologías, aparte del aluvión de nuevos mangas, series de televisión sobre el mismo personaje y amplios proyectos derivados de similar temática, quizás el más reciente “Proyecto Lazaro” de Mateo Gil en el 2016.

No es menos cierto que a pesar del “overbooking”, el tema de la irrupción de las máquinas en la vida y evolución del ser humano ya es un hecho imparable que crecerá exponencialmente con resultados cuando menos inquietantes y que abren y abrirán una brecha filosófica, existencial, política y social inmensa. Aspectos en los que el “Ghost in the Shell” original ahondaba y que esta versión con mas afán de “blockbuster” que otra cosa, apenas roza.

Su trabajada puesta en escena y sus efectos ya sean digitales o no, no son suficientes a estas alturas de virguerias CGI. Jugando con el nombre podríamos decir que es mas “Shell” (Cáscara) que “Ghost” (Espíritu). Al igual que sus actores, cuya presencia física se impone, por imperativo del guión al alma de sus personajes. Johansson pone de su parte como siempre, en un rol similar al que ya encarnó en “Lucy” (Luc Besson / 2014) pero uno hecha de menos su dotes como actriz en otros personajes alejados del mundo de los “superhéroes”.

Sander al menos respeta la ambientación ciberpunk ya prefigurada en Blade Runner de Ridley Scott en el 84 y traslada literalmente gadgets y escenas del manga para mayor regocijo de los fans.

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