Con motivo de que llevo ya 100 críticas perpetradas en FA (nunca pensé que trabajaría tanto y además, gratis), me he decidido por parlotear sobre la peli que me hizo amar el cine desde pequeñajo: "En busca del arca perdida". El primer episodio de una gran trilogía a la que casi todo el celuloide de aventuras posterior miraría como referente y modelo a seguir, sin alcanzar nunca la brillantez que imprimió Spielberg a las tropelías del doctor Jones.

Pues qué decir, que es mi film aventurero preferido, no tan sólo por la carga emocional que conlleva el recuerdo, sino porque por veces que la vea a través de los años, no me canso. Los diez primeros minutos más acojonantes del cine de acción, un ritmo perfecto, personajes carismáticos, historia fascinante, banda sonora mítica... Resumiendo, el triunvirato Spielberg- Lucas- Ford dio lugar a la renovación del cine palomitero, al retorno a los seriales de los años 30, pero con la calidad formal y la sabiduría narrativa de la obra de David Lean o John Huston y el impacto fue total.

Pero es que además, destaca ese añadido de fascinación por lo desconocido: la sensación de ir descubriendo pistas, mapas, ciudades ocultas, ídolos olvidados y poderes bíblicos desatados, el constante interés por lo que se va revelando; todos esos momentazos, que uno tras otro se concatenan conformando una obra maestra del entretenimiento que a trepidante no la gana nadie. Siendo justos, cojea algo en su resolución pirotécnica gentileza "Light and Magic", es cierto; tanto como se compensa al final con ese genial y misterioso plano del almacén (miserablemente violado y defenestrado en la nefasta calavera de cristal, detalle que obviaremos por no mancillar la saga original).

En definitiva, que por mucho Bergman y reflexión sobre el ser y la nada que uno se trague, si no se ha perdido del todo al niño que llevamos dentro, se sigue disfrutando como un tocino viendo a Harrison Ford de país en país, corriendo a punto de ser aplastado por el boliche gigante, escapando del pozo de las serpientes con Marion a la espalda o enganchado a la parte de atrás del camión en marcha con el látigo de marras. Porque sigue manteniendo todos esos pasajes de pura magia cinematográfica que el tiempo no ha estropeado, consigue abducirte de la vida real y logra convencerte de que al final, los buenos siempre ganan. Aunque sólo sea por un par de horas. Si eso no es el poder del cine, no sé qué lo es.

Amén.