Vuelve a la carga el inefable, infame para algunos, Guy Ritchie tras infructuosos intentos -véase “Revolver” y “Rocknrolla “- para volver a ser considerado el enfant terrible del cine británico que un dia fue gracias a “Lock and Stock”. Y acaba arremetiendo la faena con resultados más que decentes en esta superproducción aventurera, basada en un comic protagonizado por el inquilino más distinguido de Baker Street. Este punto es importante señalarlo, pues tan libertina recreación del mítico detective puede provocar que los más acérrimos adeptos al inviolable Canon de Sir Arthur Conan Doyle se rasguen las vestiduras.

El resultado es una buddy movie conspiratoria, intrigante y aventurera, donde con tono gamberrete y traza lujosa acompañamos a los aquí aguerridos Holmes y Watson en pos de la solución al caso de la indebida resurrección del villano de turno. La puesta en escena y ambientación, en un pálido y azulino Londres victoriano, es resultona para un producto comercial de estas características; a la par que la química entre los atinados Jude Law y Robert Downey Jr. funciona , cosa imprescindible para llevar el relato a buen puerto. Los actores acometen una visión enérgica y renovadora de los investigadores, que toman con la misma ligereza tanto la senda del mamporro como la deducción más preclara, por lo cual, insisto, serán acusados de sacrílegos por los devotos fans del Sherlock tradicional.

El estilo dirán unos o ticks nerviosos dirán otros del ex de Madonna, permanece inalterable con esas reyertas a cámara lenta, flashes anticipatorios o reveladores, humor socarrón y tabernario, etc. Esto es en definitiva una plasmación de viñeta con gran presupuesto de un relato a medio término entre lo granguiñolesco y lo trepidante que satisfará a los que desacomplejadamente busquen pasar un rato entretenido, lejos de la genialidad inherente al personaje de las novelas y de algunas adaptaciones –Billy Wilder que estás en los cielos- pero sin insultar la inteligencia del respetable.