Hace un tiempo que descubrí que revisar los clásicos me podía proporcionar amargas decepciones. Ayer revisé "El halcón maltés". Recordaba algunas situaciones, como el primer encuentro de Bogart y Lorre o el tramo final, porque si eran memorables. Pero otras secuencias resultaban penosas, como la intromisión de la policía en el careo al que Bogart somete a Lorre y Astor. Una trama abstrusa, unos personajes inconsistentes, incluido Sam Spade, y demasiado fárrago diálogado. En definitiva, muy irregular para considerarla una buena película, en conjunto.
Así las cosas, hoy me he sentado, un poco aprensivo, a revisar "La jungla de asfalto". He tenido esta película en muy buena consideración desde la primera vez que la ví, en cine, en una reposición para la que diseñó un hermoso cartel Ivan Zulueta. Una historia inteligible y sin dobleces desarrollada en tres actos, sin saltos ni atropellamientos, con una aquilatada puesta en escena que aprovecha de forma ejemplar la luz y la profundidad de campo. Pero, fundamentalmente, es la galería de personajes soberbiamente trazados y servidos por unos interpretes adecuadísimos. Puesto a destacar alguno, Sam Jaffe está inmenso como el Profesor (su última secuencia es de antología). Y la aparición de Marilyn Monroe sólo puede calificarse como de, como diría Jean Hagen (la patética Doll) en la piel de Lina Lamont, "fugurante". Y el final me ha puesto el mismo nudo en la garganta que la primera vez.
O mis estados de ánimo son muy mudables, o mi gusto demasiado voluble, pero, siendo ambas obras del mismo John Huston, a "El halcón maltés" (ojo, que su final tambien me pone un nudito en la garganta) apenas le concedería un pasable, pero no me duelen prendas en calificar "La jungla de asfalto" de obra maestra. No es ni mitomanía ni respeto reverencial a los clásicos pero, así como la otra no, esta sí.