Aunque el protagonista es un agente del MI6, exmilitar, y el terrorismo se utiliza como cortina de humo para engañar tanto a los servicios de inteligencia como al propio protagonista, nos encontramos ante un thriller de moderados suspense y acción con una trama que da algún salto al vacío.

Un supuesto terrorista chantajea al protagonista secuestrando a su hijo y exigiendo como rescate unos diamantes en bruto que el MI6 destinaba a financiar otra operación. El extorsionador conoce los pormenores del plan, por lo que se hace evidente que ha habido una filtración en el MI6. Además, este individuo está creando pruebas falsas para incriminar al protagonista como colaborador del grupo terrorista al que se supone que está investigando.

Y a partir de cierto momento en el que sacan al protagonista a rastras de una bodega anegada de vino, en cuestión de minutos la historia, que ya estaba suficientemente retorcida, ha dado un par de volatines que me han dejado descolocado y he seguido el resto de la película con un cierto distanciamiento, discretamente intrigado, esperando el previsible final.

Siegel en Inglaterra hace lo mismo que en los USA: una puesta en escena tensa y una sucesión fluida de secuencias, aunque aquí da algún tropezón, pero es más por culpa de un guión convencional en el que no acaban de ajustar satisfactoriamente todas las piezas. Caine hace una impasible interpretación del un personaje que ha sido entrenado para no exteriorizar sus sentimientos y Pleasence aporta rasgos caricaturescos al suyo. Este tipo siempre se las arregla para parecer sospechoso, pero no siempre hacía de malo.