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España España · Madrid
Voto de Damarela:
9
Comedia Época de la Guerra Fría. C.R. MacNamara, representante de una multinacional de refrescos en Berlín Occidental, hace tiempo que proyecta introducir su marca en la URSS. Sin embargo, en contra de sus deseos, lo que su jefe le encarga es cuidar de su hija Scarlett, que está a punto de llegar a Berlín. Se trata de una díscola y alocada joven de dieciocho años, que ya ha estado prometida cuatro veces. Pero lo peor es que, eludiendo la ... [+]
24 de noviembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tienes dos opciones. Pasar de esta película del año 1961 basándote en estúpidos prejuicios tales como la antigüedad y el blanco y negro, o admitir que estamos ante una de las joyas de la corona de la comedia en general, y de Billy Wilder en particular (de quién oiréis hablar mucho por Generación Friki). La grandeza de “Uno, dos, tres” para mí es que es la única película sobre post-guerra ambientada en Berlín que puedo ver con una permanente sonrisa en la cara.

Durante la Guerra Fría, el señor MacNamara (un brillantísimo James Cagney), eficiente y próspero jefe de ventas de Coca-Cola en Berlín, casado con la irónica Phyllis (Arlene Francis), con enormes sueños de grandeza a punto de cumplirse, ve como su mundo se tambalea cuando recibe el encargo de cuidar de la frívola Scarlett (Pamela Tiffin), la hija adolescente de su jefe, y ésta se enamora de un joven y prometedor comunista, de nombre Otto Piffl (Horst Buchholz).

En un año lleno de controvertidas noticias sobre pruebas atómicas, Kennedys que toman posesión de su cargo, experimentos espaciales (Yuri Gagarin viajando al espacio y cosas parecidas); Billy Wilder decide dirigir “Uno, dos, tres”, una sátira política, con una gran abundancia de referencias históricas como pocas veces encontraremos en el mundo del cine, como colofón al notición que supuso la condena del nazi Adolf Eichmann, y para hacer sombra a Luis Buñuel, que estrenaba “Viridiana” (sin comentarios). Por si fuera poco, el propio Muro de Berlín se erigió en medio del rodaje, con los evidentes problemas que eso supuso para la película. Vamos, que el hecho de que sea una comedia atemporal y para todos los públicos no impide que sean necesarios ciertos conocimientos de Historia del S.XX para poder disfrutarla y comprenderla.

Lo que nos encontramos con “Uno, dos, tres” es una ácida comedia que se mofa de todo lo que en aquella época era sagrado tanto para comunistas, como para capitalistas…hasta tiene tiempo para meterse sobradamente con los nazis (si ahondáis en la biografía de Wilder entenderéis el porqué). Sociedad, economía, cultura, corrupción, amor, mundo empresarial…todo es desgranado humorísticamente de forma nada sutil para criticar la situación en la que se vivía y los ideales, muchas veces extremistas, que adoptaban las personas. Por ello, cada personaje (caricaturizado) adopta un rol que da sentido y organiza la trama de tal forma que sólo tienes que sentarte a disfrutar porque el argumento está tan bien hilado y fluye con tanta soltura, que podrías pensar que es una comedia ligerita de esas que tanto abundan hoy en día. Eso sí, el ritmo es tan frenético que mi recomendación es que estés muy atento para no perderte ningún gag. ¿Quién dijo que el cine antiguo tenía un ritmo lento?

Fragmento extraído de www.generacionfriki.es
Damarela
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