Con la tónica característica Michael Haneke –directa, real y sin concesiones–, vuelve a crear gran expectación por esta nueva entrega, Amor, la cual se basa en la decadencia del ser humano dada por el transcurrir del tiempo y estimulada en primera instancia por la enfermedad, la lástima, la desmoralización y el abandono implícito de los rebosantes.

A Haneke le funciona la exposición fría y descarnada de hechos de vida, no se permite deambular por la sensiblería y nos conduce a desenlaces explícitos acordes con su propuesta, repleta de coherencia y un estilo que marca pauta.

La autenticidad de "Amor" se reafirma por tres escenarios mayoritariamente, donde lo habitual comienza a ser suplicio y no da pauta para evadir lo atroz de la discapacidad en sentido general.

El trabajo interpretativo de Emmanuelle Riva es formidable, se apega de lleno a los requerimientos de Haneke, lo cual considero imposibilita el vínculo emocional para solo limitarnos a visionar el drama.

No me transmite, para sentir, ¿vivirlo?