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Voto de Juan Marey:
8
Drama Keiko acaba de quedarse viuda y tiene que valerse por sí misma. Encuentra un empleo como anfitriona en un local de Tokio, pero además de cubrir sus propios gastos debe ayudar económicamente a un hermano enfermo y sin trabajo. Tras seducir a un rico cliente, una joven geisha deja el trabajo, cosa bastante habitual. En cambio, Keiko, que desea honrar la memoria de su marido, se niega a relacionarse con los ricos clientes de la casa. (FILMAFFINITY) [+]
30 de octubre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mikio Naruse era conocido por su extrema timidez, hasta el punto de que en los rodajes solía evitar dirigirse directamente a los actores y delegaba las órdenes en sus asistentes, en una entrevista que concedió décadas después de su muerte, la que fue su esposa durante treinta años lo definió como «una persona muy seria, casi como un antiguo samurái», sumadas a este detalle, las cifras de producción de Naruse, que dio cuerpo a 89 filmes en los 37 años que ejerció como director (téngase en cuenta además que hablamos de un cineasta muy meticuloso, de los que no acaban la película de cualquier manera), apuntan a un hombre dedicado de forma casi monacal a su oficio. Naruse hizo de esa timidez patológica, de esa introversión irreductible, método de trabajo y rasgo de estilo, su mentalidad pudorosa le llevaba a dirigir desde la sustracción de elementos: cortaba líneas de guion, quitaba atrezo para no recargar los escenarios, evitaba ostentaciones con la cámara y prohibía a sus actores interpretaciones llamativas. Cronológicamente es etiquetable en la generación de directores que despuntaron en los años treinta al amparo de la productora Shochiku, fue compañero de Yasujiro Shimazu, Heinosuke Gosho, Keisuke Kinoshita, Yasujiro Ozu e Hiroshi Shimizu, y como ellos cultivó el género del “shomin-geki”, las historias cotidianas sobre las clases populares del Japón contemporáneo, también como ellos, alcanzó un estatus lo bastante privilegiado en la productora como para gozar de un grado generoso de libertad creativa.

“Cuando una mujer sube la escalera” es uno de los filmes imprescindibles de Naruse, un director de importancia capital dentro de la cinematografía nipona, sus pesimistas relatos sobre mujeres que tienen que afrontar mil y una adversidades para seguir adelante, son un bocado demasiado exquisito como para que el buen cinéfilo los deje escapar. En este filme vuelve a contar con la presencia de su musa, la hermosa y delicada Hideko Takamine, quien da vida a una mujer que, tras el fallecimiento de su esposo, deberá abrirse paso en el difícil y sórdido mundo de la noche, Naruse narra sus vicisitudes con una sensibilidad y un tacto casi poéticos, siendo la dulce voz (en off) de su protagonista, la que nos guíe a lo largo de todo el metraje. La simple acción de subir unas escaleras, las que conducen al local en el que trabaja, es utilizada de forma reiterada por el director como metáfora del sufrimiento que para Keiko supone acudir cada día al lugar que le permite sobrevivir, allí debe fingir amabilidad, perfumarse con fragancias caras y beber alcohol hasta sentirse ebria para así contentar a sus clientes, al contrario de lo que hacen muchas compañeras de profesión sin escrúpulos, Keiko, siempre ataviada con kimono clásico debido a su carácter conservador, se mantiene virtuosa, negándose a tener relaciones con los hombres que frecuentan el negocio, esta opción que, básicamente, diferencia a una geisha de una prostituta, le causará no pocos problemas a la hora de mantener a flote sus locales.

Junto con algunos filmes de Mizoguchi, una de las mejores obras que sobre el mundo de las Geishas se han realizado, tal vez cueste un poco entrar en la película, pero a los pocos minutos empiezas a comprender más y más a la protagonista y es imposible no acabar empapado por su vida y sus circunstancias. Sin duda un film que merece la pena ver y que desvela, en su sencillez, que muchas veces son las mujeres las dueñas de su propio destino, aunque otras piensen que éste es humillante.
Juan Marey
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