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Voto de Juan Marey:
8
Cine negro. Drama Durante una terrible noche de borrasca, el policía Johnny D'Amico es testigo de un asesinato en plena calle. El asesino asegura que es policía y mientras muestra una falsa placa de identificación, aprovecha para escapar. (FILMAFFINITY)
13 de noviembre de 2016
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación de una novela de Ferguson Findley, “El poder invisible” es el título que recibió en nuestro país “The Mob”, que podría ser traducido como “La mafia”, un film dirigido en 1951 por un interesante y poco conocido realizador de cine, Robert Parrish. Parrish trabajó en los departamentos de montaje y sonido para directores como John Ford o Robert Rossen, de los que sin duda debió aprender lo suyo, ya que su filmografía como director, sin ser un prodigio de calidad, es mucho más interesante de lo que aparenta y guarda no poco buenos films, como los westerns “Más rápido que el viento” y “Más allá de Río Grande”, o si nos centramos en el cine negro, películas como “Grito de terror” o el film que hoy precisamente nos ocupa. Nacido en Columbos (Georgia) el 4 de enero de 1916, Robert Parrish, dio, sigue y seguirá siempre dando vueltas y más vueltas por todas las pantallas del mundo, gracias a uno de sus primeros trabajos en el cine, él es el cruel niño vendedor de periódicos, el golfillo de acera que tira bolitas con un canuto a la nuca de Chaplin en la sublime escena final de “Luces de la ciudad”.

Con un ritmo trepidante, diálogos inteligentes, una fotografía impecable, un casting inmejorable y estupendas actuaciones, “The Mob” es sin dudas una de las gemas ocultas o poco conocidas del cine policial. Su guion es impecable, lleno de sorpresas y cambios. La brillante interpretación de Broderick Crawford, en un papel justo a su medida, merece una mención aparte, duro entre los duros, pero con un corazón de oro, Crawford/Damico impondrá la ley ante quien se le interponga en el camino, aunque sean malhechores interpretados por íconos como Charles Bronson (en uno de sus primeros papeles) o Ernest Bornigne. Joseph Walker, que había sido operador de fotografía para directores como Frank Capra, realiza aquí uno de sus últimos trabajos, está fantástico, logrando crear una atmósfera sombría que va ganando en oscuridad según se acerca su desenlace.

Un estimulante ejemplo de buen cine tan vivaz como directo e ingenioso, una vibrante obra de cine negro, desgraciadamente poco conocida y que desvela a Parrish como un ejemplar narrador, sabio artífice de elipsis, condensando muy bien la acción en menos de hora y media. Eran otros tiempos, en los que se podían contar historia densas en menos tiempo que el que hoy necesitan algunos para narrar una premisa.
Juan Marey
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