Uno: uso inteligente de la sátira y la ironía como sólo este hombre sabe hacerlo. Cómo echo de menos esos diálogos en el cine actual...

Dos: Ritmo trepidante y, más complicado aún, constante... mantenerlo en esos niveles sólo está en manos de unos pocos

Tres: Un Cagney espectacular, fuera de su hábitat natural, el cine negro, borda su despedida con todo un despliegue de facultades interpretativas

Y todo esto aderezado con un sentido del humor inteligente que cuando no lleva a la carcajada plena, hace sostener una sonrisa que cuando acaba la película la conservas inexplicablemente durante media hora

La cantidad de detalles cómicos hacen alarde de la capacidad del director para explotar cada escena, pero además con una clase y un humor fino que lo hacen un grande. Montar una pequeña y particular guerra fría y elegir como entorno el Berlín de la posguerra para hacerla más cruda y resolverlo como él lo hace, también es propio de los que pasan a la historia del cine...

El final, aunque poco, puede inturse, pero da igual, la película está perfectamente cerrada, de una forma contundente

Echo en falta este tipo de comedias, espero que a Woody Allen le queden muchos años...