Porque, sin duda, la película evoluciona en el trato a los temas, en la importancia que se les da. Y eso gusta.

Nos encontramos con un mundo de fantasía, de hadas y sueños, de belleza, bondad e inocencia. Todo esto desarrollado en el más puro antagonismo: la posguerra y el franquismo. La película avanza y evoluciona. La historia de los guerrilleros y guerrilleras antifranquistas va tomando el protagonismo. Te lo pedía el cuerpo, el corazón, y Guillermo del Toro es lo que buscaba ofrecer desde el principio. Pero la historia de fantasía no llega a ser una excusa para tratar algo todavía muy silenciado y abandonado (intencionadamente), sino que es un símbolo, refleja la esperanza y el deseo por un mundo mejor y más justo por el que la resistencia antifranquista luchó siempre hasta el final.

Sin embargo, es una lástima que en este Estado se tenga que dar mil vueltas para tratar abierta y sinceramente, o simplemente en el cine, la memoria histórica.