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28.412
Ciencia ficción. Acción
Tercera entrega de Transformers. En la Tierra, los Autobots y los Decepticons se ven envueltos en una peligrosa carrera espacial, entre los EE.UU. y la Unión Soviética, que podría desencadenar una guerra de tal magnitud que destruiría el planeta sin que ni siquiera los "transformers" pudieran impedirlo. Una vez más, Sam Witwicky se encuentra involuntariamente en medio del conflicto. (FILMAFFINITY)
18 de julio de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El culto a la tecnología ya no necesita excusas razonables, existe solamente para sí mismo, y su relación con la realidad o con una narración mínimamente articulada es anecdótica. En la saga Transformers, que apunta ya a la cuarta entrega, la imagen 3D y la espectacularización que lleva aparejada han vivido su proceso de autodeterminación. Hasta tal punto que resulta agotador intentar un análisis que trascienda lo puramente formal (o tecnológico), es decir, un análisis que vaya más allá de lo anecdótico. Sospecho que incluso en este tipo de análisis "El lado oscuro de la Luna" saldría malparada, aunque sólo sea por confundir lo anecdótico con lo fundamental, por hacer que el medio se convierta en mensaje. Pese a todo, me gustaría centrar la atención en ciertos puntos que me resultaron especialmente desagradables:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La separación sexual: de entrada, debería producirnos un rechazo visceral cualquier película que pretenda comparar a una mujer con la carrocería de un coche. Pero llevemos el análisis un poco más lejos. Como decía Zizek, el 90% de las películas americanas se puede entender en clave sexual. Así tomada, esta afirmación explicaría porque el protagonista acaba venciendo al que supone su competidor por el amor de Rosie Huntington-Whiteley y que, además, es parte interesada en un complot por esclavizar al ser humano. Por cierto que la propia Rosie lucha a su manera contra la temible invasión. Consigue despertar sentimientos de recelo entre los Decepticons. Unos modos contrapuestos a la lucha física, noble y valerosa de su novio.
La ausencia de imágenes: en realidad, creo que no existen imágenes en Transformers 3. Por lo menos, no existen imágenes que puedan desvincularse del artificio. Esto sucede, seguramente, porque la imagen necesita un mínimo trasfondo de realidad y un cierto tiempo para constituirse. Sin embargo, en la película los espacios y los seres que los habitan se desdibujan en movimientos de cámara innecesarios, extraños, que sólo se entienden en base a cierto efecto visual que no es propiamente una experiencia estética sino un proceso agotador. Sobra decir que el ritmo del pensamiento no se corresponde con la velocidad de las imágenes. Tengo dudas de si el ritmo de la percepción puede abarcarlas todas.
La ausencia de diálogos: quizá los seguidores de la saga ya intuyesen que la historia sólo serviría como excusa para ofrecer una sucesión de interminables batallas en tecnología 3D. Lo que me pareció sorprendente es que los diálogos, nunca más de cinco o seis réplicas cargadas de sentimentalismo y simplificadas al máximo, también desaparecieran. En realidad, la personalidad de los intérpretes se puede reducir a un puñado de frases lapidarias, escasamente ingeniosas, en situaciones de prolongado dramatismo.
Opino que la ciencia-ficción como género ha cosechado grandes películas (de Stalker a Matrix pasando por Blade Runner) sobretodo porque en sus mundos imaginarias existía un fondo de realidad que, si bien en ocasiones no podíamos definir, tocaba algo de nosotros mismos que intuíamos o con lo que nos identificábamos. Transformers ha abandonado este sendero para convertirse en una parodia de sí misma. La hipérbole de la hipérbole.
La ausencia de imágenes: en realidad, creo que no existen imágenes en Transformers 3. Por lo menos, no existen imágenes que puedan desvincularse del artificio. Esto sucede, seguramente, porque la imagen necesita un mínimo trasfondo de realidad y un cierto tiempo para constituirse. Sin embargo, en la película los espacios y los seres que los habitan se desdibujan en movimientos de cámara innecesarios, extraños, que sólo se entienden en base a cierto efecto visual que no es propiamente una experiencia estética sino un proceso agotador. Sobra decir que el ritmo del pensamiento no se corresponde con la velocidad de las imágenes. Tengo dudas de si el ritmo de la percepción puede abarcarlas todas.
La ausencia de diálogos: quizá los seguidores de la saga ya intuyesen que la historia sólo serviría como excusa para ofrecer una sucesión de interminables batallas en tecnología 3D. Lo que me pareció sorprendente es que los diálogos, nunca más de cinco o seis réplicas cargadas de sentimentalismo y simplificadas al máximo, también desaparecieran. En realidad, la personalidad de los intérpretes se puede reducir a un puñado de frases lapidarias, escasamente ingeniosas, en situaciones de prolongado dramatismo.
Opino que la ciencia-ficción como género ha cosechado grandes películas (de Stalker a Matrix pasando por Blade Runner) sobretodo porque en sus mundos imaginarias existía un fondo de realidad que, si bien en ocasiones no podíamos definir, tocaba algo de nosotros mismos que intuíamos o con lo que nos identificábamos. Transformers ha abandonado este sendero para convertirse en una parodia de sí misma. La hipérbole de la hipérbole.