Las andanzas de la policía Motoko Kusanagi y su colega Batô se mueven en un mundo futuro poco definido temporalmente, en el que la gran ciudad, convertida en una especie de monstruo, presenta rasgos de progreso y decadencia al mismo tiempo, y en la que el agua posee una gran relevancia, un poco como en "Blade Runner" (1982), de Ridley Scott, un film que posee cierta relación con el de Mamoru Oshii.

La animación es muy buena, sin duda, pero las ideas filosóficas y la confusión de la trama policíaca -que oscila entre la conspiración, la corrupción y la competencia entre distintos cuerpos de seguridad-, lastran la narración y, en conjunto, la fuerza de la historia; se perfilan líneas y posibilidades temáticas que no se desarrollan o sólo se mencionan de pasada, en lo cual tiene que ver la escasa duración del metraje. La maestría en la creación de este mundo futuro volcado a lo tecnológico se "come" todo lo demás, aparte de que el guión parece complacerse en lo contemplativo, en la ambigüedad, en la confusión; en una belleza oscura, en suma. Por eso para mí es un film interesante, pero no una obra maestra.