A veces se despacha a las comedias cinematográficas con demasiada rapidez: se las juzga según lo divertidas que sean, o no, y ya está. Algo así puede ocurrir con una película como "El buen Sam", una comedia familiar, con algo de drama, que desde luego cuenta con momentos divertidos gracias a un competente elenco de actores -en el que destacan Ann Sheridan y Gary Cooper- y un guión que acumula situaciones curiosas en torno a la manía del protagonista, Sam (Gary Cooper) de preocuparse por los que le rodean, y ayudarles en todo cuanto pueda. La realidad choca una y otra vez contra las buenas intenciones de este buen samaritano, y McCarey, paradigma de cineasta católico del Hollywood clásico, trata de mostrar no sólo la oposición entre el idealismo y la realidad sino también la animadversión de parte de la sociedad estadounidense de la época hacia los católicos.

Es interesante comparar esta película con otra que igualmente muestra esa idea de bondad cristiana católica, en el sentido de darlo todo a los demás y compartirlo todo con los necesitados: me refiero a "Nazarín" (1959), de Luis Buñuel, una visión más extrema de este asunto, y también más cruel.