El protagonista, un adolescente de clase media alta (Juan Pablo Cestaro), pasa unos días solo en la gran casa familiar, ya que su familia se fue de viaje. El chico está deseoso de concretar un primer encuentro sexual con algún conocido o desconocido. Hasta que finalmente lo concreta con un skater algo mayor que él, a quien lleva a su casa.

Todo esto lleva un buen tramo de la película, con el consabido regodeo de Berger en las miradas y los cuerpos masculinos, siempre en situaciones que parecen preludios de escenas porno, pero en este caso con mucho más recato, ya que se trata de menores.

Esta suerte de nuevo amigovio invita a nuestro protagonista a pasar un fin de semana a la casa de un familiar. En este punto la película entra en el plano del suspenso y experimenta un (esperado) giro donde todo se vuelve más oscuro.

El cazador es una película de iniciación y sobre la soledad e incomunicación adolescentes, con los pares y con los padres. Cestaro transmite bien el cambio de su protagonista... pero el film se queda en una medianía debida a su lentitud y su recato. Da la sensación de que no sabe cómo aprovechar las fuerzas puestas en juego, o no quiere hacerlo.

Renglón aparte merece la confusa dicción de los actores que lleva a que algunos diálogos (en una película en que se habla poco) no se entiendan.