Arranca mostrándonos antes de los títulos de crédito a un grupo de muchachos en un campamento que al gastar una broma macabra a uno de los cuidadores se les tuerce la cosa y acaba el cuidador ardiendo vivo como una antorcha y los chavales saliendo por pies.

Tras la presentación tenemos al perjudicado (quemado vivo) que ha sobrevivido e inicia una escabechina con los chavales de un campamento de verano donde ejerce como tutor uno de los irresponsables de su desgracia, iniciándose una espiral de terror que aunque se toma su tiempo en arrancar y las escenas slasher se me han hecho pocas y cortas, se la puede calificar como más que digna representante del terror de la época.

Estamos ante un entretenido y divertido film que cuenta con buenas escenas de gore ochentero, una trama que mezcla acertadamente el ambiente gamberro del campamento, con el salvaje cuando el asesino hace su trabajo y que desde el punto de vista mitómano tenemos a un Jason Alexander con un tupido y ensortijado peinado en un papel que bien pudiera ser su posterior George Constanza de "Seinfeld", en la adolescencia, a una jovencísima, irreconocible y muy fugaz (hay que estar muy atento para atisbarla) Holly Hunter y a Fisher Stevens ("Cortocircuito 1986").

Rodada un año después de "Viernes 13" (y claramente "inspirada" en esta) y dirigida por el semi-desconocido Tony Maylam ("Segundo sangriento 1992"), cuenta con la inusual presencia de los poderosos prebostes de Miramax (primera película de la compañía), los hermanos Wenstein (Harvey y Bob) metiendo mano al guión, el luego algunas veces muy buen director ("Hidden") y las mas irregular, Jack Sholder, en la edición, Tom Savini en los efectos y maquillaje y nada menos que Rick Wakeman al frente de la banda sonora (brillante en las escenas slasher).