Tarantino ha intentado hacer una especie de homenaje personalísimo en clave interna para los amiguetes de su círculo y para besarse un poco el trasero, pero realmente aquí no hay mucho de donde sacar. Esta película es como si flotara sobre una especie de "nada", y al final "explota" en una especie de berrinche tarantinoide para disfrute de los fans... y ese es el resumen.

Brad Pitt me parece un tío que está genial en su papel, llena la pantalla, y DiCaprio tampoco desentona... pero el conjunto se hace monocromo y monocorde, sin luz ni energía. Es como si el amigo Quentin desaprovechara totalmente las oportunidades que él mismo se da a sí mismo y se va tiroteando como un déspota su propio pie por toda la cinta. Uno se pregunta... ¿pero cuándo me vas a dar algo masticable y sólido? Se pasa la cinta relamiéndose su holliwoodiense trasero y le da una importancia francamente fastidiosa a cosas que a los que no son del gremio nos parecen completamente intrascendentes (como la tipa rubia paseando por el Bulevard y luego metiéndose en el cine a verse a sí misma, o la larga escena de DiCaprio un día de su rodaje con la niña). Las ideas son buenas, tiene momentos muy disfrutables, pero están contadas de forma DEMASIADO larga y demasiado al servicio del ombligo del director. La historia es realmente minimalista... no se puede sacar más de donde no hay, pero me parece contada de una forma descabezada, sin pies ni cabeza... y las pocas ideas buenas se diluyen como un pedo en el aire. La "flojera" abunda.

Tiene zonas interesantes, como la caricatura de la zorrona hippie y su comuna de chalados... pero no termina de aprovecharlos. Uno esperaba más acción en la comuna... otro tipo de aproximación. No hay sensación de "in crecendo" (los últimos 10 minutos parecen más un "tirar de la cadena" que una resolución honrosa del asunto). Sin duda, el genio de Tarantino, su colorido e idiosincrasia están ahí: sabe poner la cámara y el humor negro... pero ese gremlin interno gamberro que tanto admiramos no termina de manifestarse. Parece un director drogado y alucinado al servicio de su propio ombligo. Sin genio... sin inspiración. Tan auto-complaciente que, aunque se ría de sí mismo, no llega a calar y no mete giros estrambóticos al guión que el público hubiera agradecido muchísimo y hubieran hecho de la cinta algo mucho más llevadero. ¡Cosas que pide a gritos!

En resumidas cuentas, una historia muy personal que se alarga hasta el infinito y que se desinfla en la aguja del egocentrismo. Objetivamente hablando, diría que es un "5" raspado, pero hoy no me siento especialmente objetivo ni amable con esta caterva de fans enloquecidos adorando al enorme ego del Quentin, encantados y relamiéndose de gusto... mientras un público no tan condescendiente —y que jamás le encontrará el "punto"— contempla el espectáculo circense con ojos de pasmado.