La comedia está en alza en el cine español, que en los últimos años la está produciendo como churros.
Nada malo, por supuesto, si no fuera porque en general son películas hechas en la fotocopiadora, sin alma, con personajes y situaciones que son puro cliché y... para qué nos vamos a engañar, no demasiadas risas, y menos todavía unas ídem inteligentes.
Hasta que la boda nos separe es eso mismo: un entretenimiento inofensivo para entretenerse sin más durante 100 minutos, que explota de nuevo la fórmula chica conoce chico, pero chico tiene pareja, en versión wedding planner amargada que no cree en el amor y el compromiso. Nada ofensivo, nada que criticar porque es lo que es, pero tampoco nada que admirar, porque no hubiera estado de más que por lo menos arrancara alguna carcajada, pero es que ni eso.
Así, todo depende de la excelente vis cómica de Belén Cuesta, una actriz excelente, y también de Silvia Alonso y Álex García, que aunque este no es su fuerte (no se lo pierdan como duro policía en Antidisturbios y apasionado amante en La Novia) se defiende bastante bien.
Escasa en todo. No se le puede dar el aprobado.

Lo mejor: Belén Cuesta, fantástica como siempre, y que no engaña en lo que es.
Lo peor. No es demasiado divertida y está más vista que el tebeo.