Pues sinceramente, yo he debido ver otra película.
A ver, estamos todos de acuerdo en que The Titan no es una obra maestra. Obviamente que no lo es, vamos, ni en sus mejores sueños. Estamos también de acuerdo en que su argumento, por mucho que quiera presentarse como algo original, está francamente trillado. Seguimos estando de acuerdo en que Sam Worthington es un error de casting, pero no sólo aquí, sino en cualquier película en que aparezca. Resulta incomprensible cómo ha sido escogido como protagonista en varias sagas y no le ha faltado trabajo en los 11 años que han pasado ya desde Avatar (una película en la que salía beneficiado, porque su cara tampoco se veía demasiado rato, teniendo en cuenta las características de la historia... y menos que se va a ver en las secuelas que están por venir aún, entendemos), porque el australiano no cambia la cara así lo sacudan por todas partes. Una pena.
Pero dejando de lado todas estas circunstancias, The Titan tampoco está tan mal. De hecho, resulta bastante entretenida y tiene un tono dramático, especialmente al final, que se agradece bastante y quiere recordar un poco a la magistral District 9 (repito, en el tono, no en que se parezcan ambas películas; la de Neill Blomkamp gana por goleada, obviamente). Además, quitando a Worthington, el resto del reparto no está tan mal. De hecho, Taylor Schilling, que es la auténtica protagonista de la propuesta, realiza un trabajo francamente bueno, como es habitual en ella, ya que suele ser lo mejor de las cintas en las que participa.
En definitiva, una cinta nada espectacular, pero en modo alguno tan desastrosa tampoco como se ha dicho. La masacre de la crítica con ella se antoja un tanto injustificada. Tampoco está tan mal.