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Voto de Sibila de Delfos:
9
Drama Década de 1990. Tonya Harding es una prometedora patinadora sobre hielo estadounidense, una joven de clase obrera, siempre bajo la sombra de su implacable e insensible madre, pero con un talento innato capaz de hacer un triple axel en competición. En 1994, su principal rival para los Juegos Olímpicos de Invierno es su compatriota Nancy Kerrigan, a la que, poco antes de los Juegos, un matón a sueldo la golpea la rodilla con una barra de ... [+]
17 de enero de 2018
57 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo, Tonya es muchas cosas, y todas ellas muy interesantes.
Es una crítica al hambre de carnaza y polémica de la sociedad, siempre ávida por saber de escándalos para poder babear en ellos, como ejemplifica el personaje de Bobby Cannavale.
Es una reflexión sobre el éxito, la fama, y lo que algunos están dispuestos a hacer para conseguirlo, especialmente dentro del mundo del deporte de alta competición.
Y sobre todo es la historia de Tonya Harding, de su auge y caída, y aquí viene lo más interesante: Craig Gillespie y su guionista Steven Rogers no se mojan. O mejor dicho, no escurren el bulto. Así, se nos presenta a Harding como una víctima de abusos varios por parte de su madre y su marido y como alguien que ha llevado una vida de todo menos fácil, pero en ningún momento se idealiza su figura ni se atenúa el crimen por el que fue condenada judicialmente y apartada del patinaje profesional. Harding es una víctima, sí, pero en modo alguno es una santa, y eso queda muy claro en la película. Así, cada espectador puede decidir lo que cree y lo que no y formarse su propia opinión sobre la protagonista. ¿Es Tonya Harding una villana o una víctima? Posiblemente ambas. Decidan ustedes. Gillespie nos muestra los hechos con un estilo de mockumentary, con entrevistas y rupturas de la cuarta pared, que otorgan un carácter informativo a la ficción que le va estupendamente.
Solo hay un problema, que es que tiene media hora, justo después del ataque que sufre Nancy Kerrigan, en que pierde un poco de interés y el ritmo baja. La investigación policial es demasiado larga y el pulso se resiente. Afortunadamente, la última media hora compensa ese bajón con un final de antología que encadena escenas memorables una detrás de otra.
Vamos a hablar ahora del monumental trabajo de Margot Robbie. Repitamos: monumental. La Harley Quinn cinematográfica hace aquí su mejor trabajo hasta la fecha, y en un año con menos competencia se hubiera llevado todos los premios. su Tonya Harding lo tiene todo: según Robbie mire, llore, grite o ría, la vemos indefensa, orgullosa, egoísta, simpática o insoportable, y lo vemos gracias al superlativo talento de la australiana. Es una delicia ver un trabajo tan matizado, que además no juzga nunca a la persona real que interpreta. Cuando se mira al espejo antes de la última competición, cuando por fin habla a la prensa, cuando escucha su sentencia... son momentos en los que es imposible apartar la mirada de la actriz. A su lado, Allison Janney se luce con el personaje de la despreciable madre de Harding. Janney lleva años demostrando su valía (imposible olvidarla en American Beauty, Las Horas, Juno o la serie Mom) pero este es quizás su mejor trabajo. Cada vez que aparece en pantalla roba la escena, tal es su fuerza y su talento (ver el prólogo en la pista de patinaje, o cada uno de los momentos en que discute con su hija). Igualmente, no sería justo olvidar a Sebastian Stan, que también hace un trabajo excelso como el abusivo e infantil marido de la patinadora.
Una de las mejores películas de 2017, valiente, arriesgada y ácida, que mete el dedo en la llaga en muchos de nuestros defectos, como sociedad y como seres humanos.

Lo mejor: Su guión, fantástico, y las monumentales presencias de Robbie, Janney y Stan.
Lo peor: Pierde un poquito de fuelle en su segunda hora, una vez ocurre el asalto.
Sibila de Delfos
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