Grandes ingredientes, enormes actores, historia de guerra... pero desigual resultado.
El diablo a todas horas es una película descompensada. Descompensada en su duración, desde luego, porque se extiende demasiado y el ritmo se resiente. Descompensada porque el interés de la historia acaba recayendo sobre los hombros de los excelsos actores que Antonio Campos pone ante la cámara, especialmente el siempre interesante Tom Holland y un soberbio Robert Pattinson que vive, sin duda, el mejor momento de su carrera gracias a películas como El faro, Tenet y esta misma. En todas hace una interpretación excepcional, y ojo, porque en el futuro más inmediato tiene ni más ni menos que el nuevo Batman de Matt Reeves. Prepárense.
Hay interés, hay muchos medios, hay un equipo excepcional, pero la trama no termina de resultar impactante ni muy interesante, y sin duda el exceso de metraje la lastra mucho. Una pena.