Dejando aparte paralelismos argumentales y visuales clarísimos con Los otros (la obra maestra de Alejandro Amenábar; ver esos planos de la casa, tan similar en todo a la de la película con Nicole Kidman) y Frágiles (Jaume Balagueró; el concepto de los niños en un hospital-caserón que guarda oscuros secretos), J.A Bayona construye en El orfanato una brillante pesadilla de terror, absolutamente hipnótica y dramática que sólo puede calificarse como una de las mejores películas del año.
Cierto es que no es una obra maestra, como ya se ha dicho por ahí, así como tampoco es verdad que Bayona sea un genio del cine (aunque va por muy buen camino para serlo algún día), pero la película en conjunto es excelente, pese a que ha de lidiar con un argumento muy manido. Y para qué decir lo contrario, cuenta con instantes de auténtico terror, que detallaré en los spoilers. Aquí sólo decir que los últimos veinte minutos del film valen por sí solos el precio de la entrada.
Pero luego ocurre que, durante toda su primera hora la película mantiene un ritmo demasiado irregular, alternando secuencias brillantes, como la de la fiesta de inauguración del orfanato, con otras cercanas al tedio. Un tedio que se le contagia a una Belén Rueda espléndida durante toda la parte final de la película, que seguro le dará su segundo Goya el próximo mes de enero, pero que pasa bastante desapercibida de vez en cuando.
En resumen, El orfanato es una película excelente, mil veces vista pero a la vez más inquietante y perfecta que todo el cine de terror que se hace en Hollywood. Aunque parezca más un remake de una cinta asiática (no por casualidad, también tiene puntos en común con The ring y Dark water).

Lo mejor: El tercio final de la película, en el que todo es perfecto. Y la presencia de Geraldine Chaplin, aunque hable como si leyera frases de galleta china de la suerte.
Lo peor: Precisamente, el final, que queda sin explicar.