8 de octubre de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
De primeras puede parecer hasta inmoral criticar una película como esta si no es para alabar su encomiable propósito: dar visibilidad a cinco realidades dramáticas (localizadas en África y Latinoamérica) a las que preferimos no prestar atención los que no tenemos que sufrirlas. Pero aunque no menosprecio el valor de sus intenciones, no puedo evitar tener la sensación de que es un proyecto desaprovechado. Tanto el padrino como los directores que firman cada una de las piezas son dignos de generar unas expectativas que no se cumplen. Coixet resulta totalmente artificial y pedante. Wenders peca de vagancia y no pone nada de su parte, dejando que toda la responsabilidad recaiga en los testimonios recogidos. Barroso hace trampas, y pone en pantalla un discurso manipulador que demoniza a las compañías farmacéuticas pero carece de profundidad y argumentos sólidos. Y Corcuera es confuso e impreciso. Para mí, sin duda, el mejor corto es el de Fernando León de Aranoa: crudo, conciso y conmovedor.
La premisa prometía un gran puñetazo en la mesa que removiera conciencias, y es una pena ver que la oportunidad se pierde con un resultado mediocre. Está claro que la importancia y gravedad de lo que se retrata es tal que su simple relato tiene fuerza, pero el cine documental tiene el potencial de aunar historias reales sobrecogedoras con el impulso que le pueden dar los realizadores a través de los recursos técnicos y narrativos que utilicen para contarlas. Aquí hay grandes nombres, pero no hay derroche de talento cinematográfico, y me temo que la huella de esta película no será mucho más profunda que la de un telediario.
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