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Voto de Tania:
10
7,0
37.996
Musical. Comedia. Terror
Cuando una pareja regresa de la boda de unos amigos, estalla una violenta tormenta y el coche se les avería. Así las cosas, no tienen más remedio que refugiarse en un castillo, donde el doctor Frank-N-Furter vive entregado a la fabricación de una especie de Frankenstein. (FILMAFFINITY)
25 de marzo de 2006
198 de 244 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede parecer increíble que una película perteneciente, nada más y nada menos, que al género musical, estrenada hace más de 30 años (10 más que yo misma), pueda seguir desatando verdadera pasión en jóvenes de hoy en día, que asisten por primera vez a este fascinante espectáculo de la extravagancia, la libertad y la diversión.
En mi caso esta pasión no es mero producto del cariño hacia una película de las que se ven en la niñez y te acompañan durante el resto de tu vida, pero que objetivamente, si las vieras por primera vez en edad adulta sólo podrían despertar en ti indiferencia. Hace poco más de un año que perdí mi "virginidad", como decimos los “horroritas” (los fanáticos de esta atípica obra maestra) cuando la vemos por primera vez.
Es evidente que no a todo el mundo le va a impactar del mismo modo, pero lo más probable es que hasta a los más inalterables se les atraganten las palomitas al contemplar a una muy poco habitual Susan Sarandon, con su vestido para ir a misa desgarrado, suplicar a gritos "Touch-a, touch-a, touch-a, touch me... I wanna be dirty!". Puedo afirmar con seguridad que incluso a los más reacios se les escapará más de una sonrisa de complacencia al compartir con el doctor Frank'n'Furter (un travestido Tim Curry, en su máximo esplendor) la explosión de unos sentimientos malvados, infantiles y espontáneos, a partes iguales, con el logro o fracaso de sus planes, fruto de un inmoderado apetito por los deleites carnales.
Sólo queda decir que el encanto de esta película es inmortal y que ojalá hubiera imperado, desde los tiempos más remotos, esta especie de religión filantrópica que alaba al propio ser humano como la única divinidad sana y coherente, desterrando la represión de sus instintos primarios, ensalzando la virtud... del placer y animando a sus devotos a conseguir hacer realidad sus sueños. Yo, de entre todo el repertorio de oraciones integradas en mi catarsis audiovisual favorita, escojo una de las más significativas para concluir, aunque traducida al castellano, ante la imposibilidad se hallar una equivalencia más exacta, no recoja todo el significado de su versión original: "No lo sueñes, vívelo".
En mi caso esta pasión no es mero producto del cariño hacia una película de las que se ven en la niñez y te acompañan durante el resto de tu vida, pero que objetivamente, si las vieras por primera vez en edad adulta sólo podrían despertar en ti indiferencia. Hace poco más de un año que perdí mi "virginidad", como decimos los “horroritas” (los fanáticos de esta atípica obra maestra) cuando la vemos por primera vez.
Es evidente que no a todo el mundo le va a impactar del mismo modo, pero lo más probable es que hasta a los más inalterables se les atraganten las palomitas al contemplar a una muy poco habitual Susan Sarandon, con su vestido para ir a misa desgarrado, suplicar a gritos "Touch-a, touch-a, touch-a, touch me... I wanna be dirty!". Puedo afirmar con seguridad que incluso a los más reacios se les escapará más de una sonrisa de complacencia al compartir con el doctor Frank'n'Furter (un travestido Tim Curry, en su máximo esplendor) la explosión de unos sentimientos malvados, infantiles y espontáneos, a partes iguales, con el logro o fracaso de sus planes, fruto de un inmoderado apetito por los deleites carnales.
Sólo queda decir que el encanto de esta película es inmortal y que ojalá hubiera imperado, desde los tiempos más remotos, esta especie de religión filantrópica que alaba al propio ser humano como la única divinidad sana y coherente, desterrando la represión de sus instintos primarios, ensalzando la virtud... del placer y animando a sus devotos a conseguir hacer realidad sus sueños. Yo, de entre todo el repertorio de oraciones integradas en mi catarsis audiovisual favorita, escojo una de las más significativas para concluir, aunque traducida al castellano, ante la imposibilidad se hallar una equivalencia más exacta, no recoja todo el significado de su versión original: "No lo sueñes, vívelo".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Diría que hasta al mismísimo Kubrick influyó esta película en gran medida porque encuentro en algunos de sus filmes ciertas similitudes con algunas escenas. Por ejemplo, en la que Frank persigue a Eddie por la cámara refrigeradora (cubierta de hielo) con un hacha en la mano, al igual que hacía Jack Nicholson en El Resplandor. Pero especialmente, aquella en la que conducen a Janet y a Brad a la sala superior y se encuentran al maestro esperándolos justo en el centro y rodeados por unos "escalofriantes" transilvanos que los observan silenciosos e inquisitivos desde más arriba. Quien haya visto Eyes Wide Shut sabrá a qué me refiero con esto... incluso la música parece idéntica!