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Países Bajos (Holanda) Países Bajos (Holanda) · Ámsterdam
Voto de loquearde:
9
Drama. Romance Una historia de romance y música en una fiesta de blues a principios de los años 80. El llamado “lovers rock” sólo sonaba en las casas donde la juventud negra organizaba sus fiestas cuando no eran bienvenidos en las discotecas y clubes nocturnos segregados. A lo largo de una noche, Martha (Amarah-Jae St. Aubyn) se siente atraída por un extraño (Micheal Ward) durante una de esas fiestas.


25 de enero de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No pasa todos los días que un producto audiovisual cobra una nueva dimensión gracias por puro azar. Pero aquí estamos, casi ya un año desde que nuestras vidas cambiaron de manera radical y sin previo aviso. No sé muy bien cómo eran vuestras vidas antes de todo esto, pero sí que sé cómo han sido estos meses: teletrabajo, pijama, montañas de papel higiénico, encierro, aborrecer “Resistiré”, Animal Crossing, pan de masa madre, comida a domicilio, Among Us, ver Tiger King de una sentada… Nuestras vidas se han vuelto muy parecidas entre ellas y ha primado el distanciamiento social como única medida efectiva para controlar los contagios. Y en esas ha aparecido como un meteorito Lovers Rock de Alexander McQueen, segundo capítulo de la serie de 5 películas independientes Small Axe, producida por la BBC, en la que McQueen mira al pasado para contar las historias de su comunidad: la diáspora caribeña en Reino Unido. Pero volviendo al principio, ¿qué es lo que hace de Lovers Rock en particular algo tan deseable y hasta necesario en medio de esta pandemia? Lovers Rock cuenta en 70 escasos y gozosos minutos la historia de una fiesta de jóvenes negros en 1980. Y lo que es mejor aún, nos hace partícipes de ella.

No quiero confundir a nadie que me esté leyendo con esta afirmación. Que nadie espere en Lovers Rock una suerte de DJ livestream de época. Lovers Rock tiene la virtud de no ser particularmente narrativa porque la historia, esta historia, es puro cine. Y con las herramientas del cine se puede contar. Lovers Rock nos sumerge en un océano de luces amarillas, de humo de porro, de movimientos cadenciosos, de explosiones de euforia, de manos tocándose al ritmo de la música, de sirenas… Mucha más piel de la que vamos a tocar estos años, mucha más comunidad de la que vamos a ser capaces de experimentar en la vida real hasta nuevo aviso. Pero no es Lovers Rock un documento puramente hedonista, no señor. Lovers Rock contiene en su espíritu algo que puede resultar evidente para todos aquellos situados en la parte dominante de la sociedad pero que no lo es tanto para las minorías. Lovers Rock nos lleva dentro de un universo en que sus personajes, todos ellos de la diáspora caribeña, pueden existir. Existir en libertad, existir los unos con los otros, percibirse, respetarse, cantar unidos, contonearse al son de una misma canción, dejarse llevar. Para una comunidad tradicionalmente oprimida, el simple acto de festejar en comunión es un acto liberador. En Lovers Rock, sus personajes pasan de existir en los márgenes de la sociedad a estar en el centro. Y eso, como os podréis imaginar, es un momento trascendental. La escena central de la película, 10 minutos de comunión a capella al ritmo de Silly Games de Janet Kay, es lo más espiritual y lo más político que vamos a ver en un tiempo en pantalla. Toda la sala, de repente, en una conexión cósmica que nos hace despegarnos del suelo.

Cuesta imaginarse que en España RTVE fuese a producir algo como Small Axe. Y no es porque no tengamos listas esas historias de inmigrantes que vinieron en los 90. Me viene a la cabeza la primer ola de inmigración desde la República Dominicana y algo tan triste como el asesinato racista de Lucrecia Pérez Matos en 1992. Mucho me temo que aquí preferimos ver a los Alcántara llegar a nuestros días que remover la historia para ver lo que se nos quedó debajo de la alfombra. La BBC lo ha hecho, Steve McQueen tenía en su cabeza esta serie de películas desde hacía 11 años. Mucho le ha pasado a McQueen desde entonces, seguramente lo más grande a nivel industrial fue que 12 años de esclavitud ganase el Óscar a Mejor Película en 2013. Aún así, otros cuantos años más han pasado hasta que McQueen ha conseguido levantar este proyecto. Aunque, quizá otro designio divino, Small Axe ha llegado en un momento particularmente convulso de la historia del Reino Unido. Con el Brexit siendo ya un hecho, no se me ocurre un momento más relevante para que Small Axe venga a recordarnos que en el Reino Unido no hay una sola historia oficial. El Reino Unido, como todos el resto de países europeos, está hecho de miles de historias. No hay una sola identidad británica, hay muchísimas más de las que los partidarios del Brexit quieren ver.

Lovers Rock acaba como las mejores fiestas: volviendo a casa al amanecer. Ojos entrecerrados, la energía escapándose del cuerpo, las piernas molidas, el amor en el aire. Y como espectadores, nos quedamos igual que los personajes, deslumbrados ante este recital de música y libertad. Un pequeño oasis en esta etapa tan dura de nuestras vidas que nos recuerda que ahí afuera, pronto, nos espera una vida que es más vida que esto.

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