Media votos
6,3
Votos
1.507
Críticas
62
Listas
11
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de José Barriga:
7
5,9
989
Drama
Marina (Ariane Labed), una chica de 23 años, vive con su padre, un arquitecto, en una pequeña ciudad industrial experimental en la costa. Marina se siente extraña y repele todo contacto con la especie humana, con la que no se identifica. Se entretiene escuchando canciones, viendo los documentales de David Attenborough, y asistiendo a las clases de educación sexual de su única amiga, Bella (Evangelia Randou). Un día, un desconocido llega ... [+]
1 de octubre de 2011
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Athina Rachel Tsangari, consigue un conjunto excepcional, tanto en su argumento como en su ornamenta. Con actuaciones brutalmente reales y escenas que no dan cabida a la ficción —especialmente las sexuales—. Una brillante banda sonora acompaña la minuciosa edición, el tema de Francoise Harde “Suicide” define originalmente este raro pero bello espécimen cinematográfico. “Attenberg” no es una película sobre un inicio, la llegada al climax y un desenlace. Es una película para visionar, discutir, analizar y profundizar. Una cinta que atiende más a factores filosóficos, vitalistas y antropológicos, que ha factores meramente cinematográficos o de entretenimiento. Una rara especie que a ratos resulta deslumbrante, provocadora y hasta conmovedora. Una película ingeniosa y de gran alcance analítico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Si bien “Attenberg” no sorprende pese a su mordaz originalidad ejecutora, es porque ya se ha visto en “She Monkeys” de Lisa Aschan, como ambiguamente se corretea entre lo biológico y lo cultural, entre estos humanos devoradores, animalescos y carnales y el ambiente burgués manufacturero que los define. Pero aun así, “Attenberg” tiene grandes meritos que han de ser recalcados. Principalmente porque logra captar la poesía corporal que compone al ser humano, contando sutilmente la historia de un una chica con problemas de identidad y el insano estado de su padre entregado a la desdicha y el vacio del posmodernismo griego; cuando paulatinamente ofrece ciertos videoclips de forma transgresora en donde la protagonista interactúa con su mejor amiga —fuente de adoctrinamiento del poder— allí se besan, pelean, bailan, exponen inquietudes sobre el sexo, se odian y se aman. Según la perspectiva de cualquier espectador, estas interacciones pueden bordar lo abstruso y ridículo, pero ciertamente “Attenberg” intenta describir a sus personajes como lo que son, animales que exploran auténticamente su medio físico, el ambiente y las circunstancias que los rodean; de esta manera se plantean —y resurgen— las interrogantes sobre lo acertado, lo funcional y lo disfuncional del sistema operativo que la cultura ha construido para la vida moderna y ha obligado cumplir a los hombres.
El padre de Marina viene a representar precisamente esa parte devastada, neurótica, nihilista, y en última instancia, enferma del hombre; que ha confirmado sus sospechas, y ha descubierto que tras una vida sin faltas y de entrega constante a las dogmas culturales, nada ha valido la pena; pues la desdicha es inminente y el pronto reconocimiento de su finitud reduce a cenizas la supuesta evolución del sistema social que lo determina. Este hombre es la reflexión sobre la industrialización y el declive de la sociedad griega contemporánea, es decir, la parte «melancolía» de esta historia. Marina por el contrario, representa la contrapartida de la balanza, se dedica constantemente a observar, diseccionar los comportamientos humanos similares a los documentales de David Attenborough (de donde resulta el titulo de la película), y se entrega de lleno a explorar su carnalidad, su pulsión sexual; superando la imposición de su amiga, logra tomar las riendas de su destino y consigue culminar la etapa especulativa y ubicarse en la práctica gracias a la llegada de un extraño — Giorgos Lanthimos— a la ciudad. Finalmente, Marina viene a representar la deslumbrante y monstruosa belleza del ser humano. El ente biológico de una descomunal complejidad, que posee todos los atributos para experimentar frenéticamente los excesos y estasis que la vida le puede propiciar. Marina es el ente viviente que quizás deba liberar un poco sus ataduras e inhibiciones —liberarse del «yo» racional, volverse más animal— para poder disfrutar de ese gran esplendor.
El padre de Marina viene a representar precisamente esa parte devastada, neurótica, nihilista, y en última instancia, enferma del hombre; que ha confirmado sus sospechas, y ha descubierto que tras una vida sin faltas y de entrega constante a las dogmas culturales, nada ha valido la pena; pues la desdicha es inminente y el pronto reconocimiento de su finitud reduce a cenizas la supuesta evolución del sistema social que lo determina. Este hombre es la reflexión sobre la industrialización y el declive de la sociedad griega contemporánea, es decir, la parte «melancolía» de esta historia. Marina por el contrario, representa la contrapartida de la balanza, se dedica constantemente a observar, diseccionar los comportamientos humanos similares a los documentales de David Attenborough (de donde resulta el titulo de la película), y se entrega de lleno a explorar su carnalidad, su pulsión sexual; superando la imposición de su amiga, logra tomar las riendas de su destino y consigue culminar la etapa especulativa y ubicarse en la práctica gracias a la llegada de un extraño — Giorgos Lanthimos— a la ciudad. Finalmente, Marina viene a representar la deslumbrante y monstruosa belleza del ser humano. El ente biológico de una descomunal complejidad, que posee todos los atributos para experimentar frenéticamente los excesos y estasis que la vida le puede propiciar. Marina es el ente viviente que quizás deba liberar un poco sus ataduras e inhibiciones —liberarse del «yo» racional, volverse más animal— para poder disfrutar de ese gran esplendor.