Ante todo lo primero dar las gracias al maestro Kurosawa por hacerme disfrutar por esta maravilla del cine negro, una película por la que no pasa el tiempo y que destaca por su absoluta perfección argumental. Sorprende que un director acostumbrado a las historias de época, consiga desarrollar una historia ambientada en su Japón actual de un modo tan moderno y a la vez imperecedero. Con un desarrollo que parece inspirado en M el vampiro de Dusseldorf por la perfección con la que se nos narran las técnicas policiales, se nos narra la historia de un secuestro y el dilema moral que se le plantea al protagonista, un millonario, entre salvar la vida de un niño o no caer en su propia ruina. A pesar del único inconveniente que tiene esta obra, su larga duración, se puede dividir en dos partes bien diferenciadas que por separado no se hacen para nada pesadas.
1. la intriga de la liberación del niño secuestrado, de una gran inteligencia y tensión dramática la cual la calificaría de magistral.
2. La caza del secuestrador, con una investigación policial que sorprende por su gran meticulosidad en todos los detalles para dar con el culpable, que no escatima en metraje para darnos a conocer todos los detalles que estrechan el cerco al delincuente.
Sin dejar ni un solo cabo suelto, Kurosawa nos sumerge de principio a fin es una historia que si bien se caracteriza por la frialdad de las actuaciones, no se debe a que sean malos actores sino porque es el modo de expresar sentimientos de la cultura japonesa, el director logra conseguir no obstante un elenco de carismáticas figuras, sobretodo personificadas en los trabajadores y efectivos miembros de la policía.