En esta obra de género negro ya desde la secuencia del inicio Max Ophüs pretende enfrentar dos mundos opuestos, el de la familia trabajadora y honesta por un lado y el turbio mundo de los bajos fondos con sus raterillos, vive la vida, holgazanes y pícaros, ambos mundos convergen a causa de una confiada e inocente chica.
La clase media americana queda de este modo retratada como un ente heroico siempre dispuesto a luchar por sus miembros cual manada de leones, pero también dispuesto a infringir la ley para lograrlo, una comunidad morbosa que se alegra que por fin su bonito y aburrido barrio salga en las portadas de sucesos.
Es interesante también la sensación de agobio que sufre la angustiada madre, siempre dando explicaciones por todo lo que hace a su familia, no puede ausentarse de su casa mas de dos días seguidos por que su familia sospecharía, incluso en un momento de la película el gánster le dice a la protagonista: vives prisionera de tu propia familia.
Prisionera incluso de sus vecinos siempre suspicaces ante una mujer casada en compañía de un hombre desconocido.
El trabajo de fotografía e iluminación ayudan a crear una atmósfera lúgubre e inquietante.