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Voto de Chris Jiménez:
9
Intriga. Thriller Tony Wendice (Ray Milland), un frío y calculador tenista retirado, planea asesinar a su bella y rica esposa (Grace Kelly) porque sospecha que le es infiel, pero sobre todo porque desea heredar su gran fortuna. Para llevar a cabo su plan, chantajea a un antiguo compañero de universidad y lo convence para que, en su ausencia, entre en la casa y mate a su mujer. (FILMAFFINITY)
18 de septiembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Oscuridad, noche cerrada. El ventanal que da al jardín abierto. La puerta principal ahora cerrada. Un rayo de luz que desde una habitación penetra en el salón como un resplandor divino. Margot en fino camisón se dirige al teléfono. Nadie contesta. Tras ella unas manos sujetando una media. Un tipo indeciso se abalanza. Intensa violencia. Las tijeras brillan descaradamente...

¿Se producirá un crimen? Sea como sea no podría ser el crimen perfecto, pues eso es algo que sólo se consigue en la ficción. En aquel preciso momento Alfred Hitchcock lo llevaba intentando mostrar más de dos décadas, pero con "Dial "M" for Murder" se debió a un asunto de encargo por parte de Warner Bros., en la que sería su última colaboración (sin contar "Falso Culpable"); él deseaba trasladar, junto a su socio Sidney Bernstein, "The Bramble Bush" (novela de David Duncan sobre un acusado de asesinato que roba el pasaporte menos conveniente para cruzar la frontera de EE.UU., arriesgándose en una serie de periplos que recuerda, y mucho, a la posterior "Con la Muerte en los Talones"...curioso).
Esto no sucede, claro, y debe recrear por contrato la obra teatral de Frederick Paul Knott, la cual se estrenó sin muchas expectativas dos años antes en el teatro Plymouth de Broadway generando, no así, un tremendo éxito. Al llegar a las manos de Warner las funciones se contaban por cientos, un triunfo que precisaba exhibirse de forma espectacular para la gran pantalla, por ello fue requerido el entonces revolucionario a la par que efímero sistema 3-D...pero el británico no podía sentirse menos entusiasmado con el tema, siguiendo un rodaje prácticamente en estudio e interiores que más de un ataque de ansiedad le causó.

Esta "espectacularidad" que quiere lograrse en el plano formal debe estar acompañada de grandes nombres. Y el primero que surge es el de una Grace Kelly de 25 años y tan solo tres películas a sus espaldas, recientemente aplaudida por "Mogambo"; para Hitchcock representa el poder femenino en toda su plenitud y así nos lo transmite, engalanada en un inolvidable vestido rojo que quema la pantalla. Su dominación se basa en su atracción sensual/sexual hacia Mark, un autor de novela negra (el menos soso de lo normal Robert Cummings), y en la infidelidad que oculta a su marido, que no es otro que el enorme Alfred Jones (Ray Milland) en sustitución de un Cary Grant que rechazaba interpretar a un villano.
Nos acercamos así, desde la calle hacia adentro, a la esencia del teatro filmado a la que el cineasta ya se apegó en "La Soga", cambiando el punto de vista del "espectador cercano" y siempre atento (gracias al plano-secuencia perpetuo) por un montaje preciso y de interesantes trucos visuales imaginados para ese 3-D que luego resultaría en fracaso (así, los objetos se intercalan entre las posiciones de los actores y la cámara graba aprovechando una profundidad de campo algo abstracta). En esta especie de prólogo la mentira es el maestro de ceremonias, lo que sostiene la cordialidad en la relación de Mark y Tony, con Margot de pilar central.

El diálogo, del mismo Knott, es fresco y afilado y se adapta a la perfección al universo "hitchcockiano" de relaciones cínicas y puntos de vista morbosos (la clásica conversación sobre cometer el crimen perfecto que surca su filmografía volverá a estar presente), cuya premisa parece conectarse con la novela "Strangers on a Train" de Patricia Highsmith, donde un tenista también se ve seducido por la idea de asesinar a su esposa, lo cual se cumple gracias a la implicación de un repelente chantajista, y que sería adaptada por el inglés, perpetrándose una mística unión triangular.
Pero mientras el Guy Haines de aquella intriga era la víctima y espectador de los terribles eventos, Tony cruza al otro lado como su organizador, y le cuelga el rol de víctima a Anthony Dawson (un magnífico actor de matices ya presente en la obra). Se podría considerar la larga secuencia de interacción que acontece entre él y Milland de las mejor interpretadas y dirigidas en la carrera del cineasta; como el sr. Swann, es imposible no verse arrastrado por la tela de artimañas verbales de Tony, y aún más al emplear un tono tan suave y sofisticado, poco a poco intensificándose hacia lo perverso a medida que del coloquio se pasa al chantaje y luego a la amenaza.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Hitchcock, con sus trucos estéticos y su facilidad para la composición escénica, recrea, jugando con la entrada y la salida de personajes en interiores, el magistral clímax imaginado por Knott donde las artimañas y mentiras de éstos están tan bien elaboradas que un final diferente se genera conforme las van creando. Las posibilidades son infinitas en la trama debido a esta toma de decisiones tan aleatoria y unida a la pura suerte; por ello la maestría de "M" reposa en la incertidumbre que de forma permanente hace brotar de los nervios del espectador.
Y pese a las terribles opiniones sobre su técnica 3-D, más sutil que espectacular, triunfa tras lanzarse en formato clásico; hoy por hoy se mantiene, sin discusión, como uno de los ejercicios de suspense más elaborados, a nivel técnico y argumental, de la Historia del cine. No hay duda de que la secuencia del intento de asesinato, como también su título, fueron de una influencia seminal para el "noir" de años venideros y, sobre todo, para el "giallo".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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