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Voto de Chris Jiménez:
7
Ciencia ficción. Fantástico. Intriga. Terror Un visitante hostil de otro planeta es detectado por una estación de radar situada en el ártico. Película de culto dentro del género, todo un clásico con excelentes interpretaciones y un insoportable suspense. Famosa cinta de ciencia-ficción en la que el productor Howard Hawks planificó y supervisó todo el rodaje. En 1982 John Carpenter dirigió un conocido remake, titulado "La cosa". (FILMAFFINITY)
1 de enero de 2021
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1.938 se publicaba "Who goes There?" en la Astounding Science Fiction, relato corto de uno de los mayores impulsores de la ciencia-ficción moderna, John Wood Campbell Jr. (editor, además, de dicha revista), bajo el alias de Don A. Stuart.

Tomando inspiración de otra historia propia ("Brain Stealers of Mars"), la intriga alrededor de la cual giraba el descubrimiento en la Antártida de un ser del Espacio enterrado bajo el hielo por un grupo de científicos iba a marcar muchas futuras pautas en el género, siendo el control de la mente y el amorfismo de la criatura, capaz de arrebatar la identidad al "infectado" e imitar su físico, las principales. Trece años más tarde RKO auspicia un proyecto firmado por la productora de Howard Hawks, pero por evidente precariedad, el guionista Charles Lederer ("Persecución en la Noche", "El Beso de la Muerte", "Luna Nueva", de Hawks...) alterará los principios del texto original.
De la Antártida nos dirigimos a un club militar de Anchorage, donde la acción se guía a través de la situación de dos personajes principales: Ned, un periodista ávido de una noticia impactante, y Hendry, capitán de las Fuerzas Aéreas que debe partir a una extraña misión al Polo Norte al establecerse contacto con un objeto no identificado. El grupo militar se prepara y por el camino la camaradería entre los miembros del equipo y los diálogos de Lederer identifican el inconfundible sello de Hawks, y más aún cuando les encierre en una estación al ser trasladado allí el misterioso pasajero de ese objeto que es en realidad una nave espacial.

Cuestiones estas espinosas pues una de las importantes razones que ha llevado a la infiel adaptación del relato de Campbell (aquí "The Thing from Another World") a revalorizarse con el paso del tiempo ha sido la autoría de su dirección: planificación, construcción de la acción y puesta en escena, caracterización de los personajes, todo ello pertenece al imaginario Hawks, pero fue el televisivo Christian Nyby (aquél le dejó ocupar la silla como un favor por su labor en el montaje que salvó "Río Rojo") quien apareció acreditado; algunos se inclinan por el primero, otros por el segundo.
Discusiones que aun así no nos impiden saborear los placeres de un film que inauguró un nuevo periodo en el marco de la ficción espacial de los '50, el ocupado por visitantes con viles intenciones sobre la raza humana, transmutación a la fantasía de los terrores generados por una Guerra Fría iniciada cuatro años antes, donde ya se disponían en EE.UU. las acciones de contención de la amenaza comunista. Puede ser Carrington un modelo perfecto de pacifista que prefiere dialogar e investigar al visitante al contrario de los militares, decididos a acabar con él, pues sus objetivos son destruir a los humanos y conquistar La Tierra; el doctor, claro, es el ignorante en este caso.

Hawks (o Nyby), tras una primera parte de pura interacción entre personajes y diálogos tan ágiles como el ritmo, concentra el suspense en el interior de la base, donde el extraterrestre tendrá a mal despertar de su letargo (por actos humanos, siempre fatídicos) y sembrar el terror. Somos lanzados a un conflicto contra lo desconocido en mitad de la noche y el frío polar, una atmósfera que podría haberse modelado a un nivel de claustrofobia y nihilismo mayor que el expuesto, pues a pesar de la tensión siempre planeando en el ambiente, no parece haber una gran sensación de verdadero terror...
El fallo más grande es el cometido por el guión. Campbell enfrentaba a sus científicos con un ser extraído de las pesadillas de Lovecraft que usaba sus células para "apopiarse" de cualquier forma de vida, desgarrando a sus víctimas para invadirlas e imitar su aspecto físico. Aquí se nos presenta un humanoide inspirado en el monstruo de Frankenstein (de Boris Karloff) con las características de los vegetales y la necesidad de sobrevivir alimentándose de sangre; de este modo Lederer y Hawks (o Nyby) vampirizan al visitante, le dan una forma conocida y dejan al descubierto pocas incógnitas. Este detalle emparenta sin querer al film con otra fábula muy anterior: "The Purple Monster Strikes".

Tras esta prostitución del relato de donde únicamente se conservan el episodio del descubrimiento y el escenario, el director (uno de los dos posibles) nos atrapa con ajustadas dosis de tensión ante un enemigo mortal (o inmortal, según se mire); la acertada ausencia de planos cortos sobre el alienígena aumenta esta sensación de misterio...sin dejar de ser para el espectador un hombre muy alto disfrazado, y es que la cinta ha envejecido mucho en términos de diseño artístico y efectos especiales.
No deja de conservar sus buenos momentos como las apariciones inesperadas del monstruo en ambientes oscuros (destacando aquí el trabajo del operador Russell Harlan) o el impactante clímax donde por fin se le reduce (en esta ocasión sí merecen un elogio los efectos y trucos de Donald Stewart, Linwood Dunn y Ardell Lytle). Y entre todo esto un romance metido con calzador entre Hendry, correctamente interpretado por Kenneth Tobey, y Nikki, personaje femenino sin mucha participación (si bien ella determina cómo destruir al extraterrestre) al que da vida la muy guapa pero limitada Margaret Sheridan.

Douglas Spencer, en un rol indiscutiblemente "hawksiano", y Robert Cornthwaite se llevan los papeles más interesantes; James Arness (conocido por ser el mítico Matt Dillon de "La Ley del Revólver") da cuerpo, un tanto ridículo, al monstruo...tanto que luego le avergonzó sobremanera.
El éxito procuró al film superar otras grandes producciones del momento, y su legado se mantuvo firme en la ciencia-ficción ("Invasores del Espacio", "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos" o la posterior "La Semilla del Espacio" beben de ella). Tres décadas más tarde, John Carpenter continuaría con este legado en su obra maestra "La Cosa", muchísimo más fiel al relato...
Chris Jiménez
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