Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Chris Jiménez:
8
Acción En marzo de 1701, en la real capital de Edo, el señor feudal Asano ataca al señor Kiru mientras se encuentra en tierra sagrada. A causa de esta grave ofensa, Asano es obligado a hacerse el harakiri (seppuku). Sin embargo, 47 de sus samuráis juran vengar a su amo. (FILMAFFINITY)
23 de mayo de 2020
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"風さそう花よりもなお我はまた春の名残を...いかにとやせん". Esas fueron las últimas palabras de Asano Naganori antes de cometer hara-kiri.
Un acto de locura, una decisión política irrefutable, un reino que hizo pedazos, y cuarenta y siete hombres dispuestos a llevar a cabo la venganza que originaría la leyenda...

Cualquier amante de la cultura japonesa y de su historia tiene constancia de la inmortal gesta del grupo de samuráis que tras dar cuenta de una pésima decisión por parte del Shogunato y ver condenado a su señor a realizar el suicidio ritual y la expropiación de todos sus dominios, incluyendo el gran castillo de Ako, se lanzaron convertidos en ronin a una concienzuda y arriesgada empresa: tomar la vida del hombre que provocó la deshonra de su amo y su familia y acabar con sus vidas honorablemente. La era Genroku estaría marcada por este suceso histórico inolvidable.
Suceso trasladado a la ficción a través de todos los medios de expresión posibles; el cine se apoderaría de la historia a partir de 1.907 y desde entonces se han producido innumerables recreaciones de la leyenda. Una de las más conocidas es la realizada por Kenji Mizoguchi a principios de los '40, quien en ese momento se halla en una situación muy delicada como cineasta debido a la cercana entrada de Japón en la 2.ª Guerra Mundial, resignado a realizar proyectos de encargo siguiendo órdenes del Ministerio de Cultura y el gobierno militar; por supuesto, Shochiku desea que esta nueva versión de la historia de los guerreros sea espectacular y conforme a las reglas dictadas por dicho Gobierno.

Es decir, una versión más popular, más tradicional, apropiada para conmover a un pueblo sumergido en los albores de la guerra; el director, sin embargo, impone a los productores basarse en una obra kabuki del dramaturgo y maestro del teatro modernista Seika Mayama y contratar a la famosa compañía de actores (de kabuki) Zinshin-Za para interpretar a los protagonistas. Esta obra, menos espectacular, gira en torno al drama personal de Kuranosuke Oishi, consejero de Naganori, y es que Mizoguchi, como bien afirmó su guionista Yoshikata Yoda, no deseaba hacer del film un gran espectáculo y no poseía (ni deseaba poseer) el talento para filmar acción.
Esto se demuestra desde la escena inicial, donde en un arranque de violencia Naganori intenta asesinar en el castillo Edo a Kira Yoshinaka, uno de los poderosos funcionarios del Shogunato, tras recibir en público sus insultos; incidente que trastocará la existencia de la familia y todos los súbditos del daimyo. Por expreso deseo del cineasta la película se divide en dos partes, compuesta por largos planos fijos o panorámicas laterales casi sin incluir primeros planos y con cada secuencia (que se abre con una indicación del decorado en el cual se desarrollará la acción) separada por intertítulos y elipsis temporales, excluyéndose así todo rasgo de picaresca y dando a los combates heroicos un nuevo sentido lógico.

Por lo tanto reina la voluntad de teatralidad y un respeto rígido a la obra original, siendo prioritarios el texto declamado y la gestualidad minimalista; se muestran representaciones kabuki y Mizoguchi se apoya en estos códigos, de una manera fría y haciendo gala de una perfección indiscutible, y al suprimir la acción y los momentos más emocionalmente dramáticos, convierte los escenarios interiores en campo de batalla y las palabras, sentencias y sentimientos en las mejores armas. En efecto la trama sigue de cerca el sufrimiento que embarga a los allegados de Naganori y en especial a su consejero Kuranosuke Oishi, aquejado de un infinito pesar al ser testigo impotente de la decisión del shogunato para con su señor.
Paulatinamente asistimos a la caída política, moral, económica y espiritual, de un reino, que se abalanza sobre las cenizas de su propio cadáver mientras el gobierno recoge y se reparte los pedazos. También contemplamos el hundimiento de una unidad, una unidad familiar sostenida por lazos más fuertes que los otorgados por la consanguinidad de la propia familia, y son aquellos referentes al sentido inquebrantable de la lealtad de los guerreros samuráis, aquí ensalzados por (un resignado) Mizoguchi y sus guionistas, quienes defienden en todo momento su estoica mentalidad, pureza de espíritu y admirable valor.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Mizoguchi se ha de enfrentar a dos sucesos que perturban el rodaje: la definitiva entrada de Japón en la guerra y ver a su esposa Chieko (que afectada por la sífilis es presa de la locura) siendo internada en un manicomio. Pese a las conclusiones médicas, que le exculpan, él conservará una eterna culpabilidad; a partir de entonces Mizoguchi, decidiendo casarse con la hermana de aquélla, madre de dos hijos, se convierte en un artista en crisis que no frena su carrera artística.
"Genroku Chushingura" es, no obstante, una obra de arte técnica y académicamente perfecta, en todos los sentidos. Los historiadores críticos y fans la encumbrarían como un gran logro de la cinematografía japonesa, aunque en su momento Shochiku la considerara un estrepitoso fracaso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow