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Voto de Chris Jiménez:
9
Drama Billy Hayes (Brad Davis), un joven estadounidense, fue detenido en el aeropuerto de Estambul cuando se disponía a subir a un avión con varios paquetes de hachís. Acusado de uno de los delitos considerados más graves en Turquía, Billy es condenado a cuatro años de cárcel. En prisión sufrirá las atrocidades propias de un sistema penitenciario brutal e inhumano. (FILMAFFINITY)
14 de febrero de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La humedad vuelve a las paredes de piedra esponjas que absorben la suciedad y la miseria de los cuerpos que se agolpan en su interior, aprisionados. El frío hiela la carne.
William Hayes, que jamás había cometido un crimen, tuvo que vivirlo cara a cara...

Éste, de unos 23 años, no usó muy bien la cabeza cuando se ató 2 kilos de hachís al cuerpo e intentó pasar la frontera de Turquía como si nada; desde luego 1.970 no empezó bien para él. La cadena perpetua a la que fue condenado terminó en varios traslados y un periodo a cumplir de, "por suerte", unas tres décadas en la prisión de Imrali, lo cual desafió hasta cruzar el umbral que separaban los muros con el exterior. Esta hazaña, milagrosa, terminó recogida en sus memorias, publicadas poco después y encontrándoselas de golpe el galardonado Alan Parker por su exitoso musical de gángsters ("Bugsy Malone").
Trabajo mayúsculo que nada se parecía a lo recientemente filmado, contó con la habilidad y el espíritu intransigente de un joven Oliver Stone para convencerse de que había que llevar a la gran pantalla las durísimas vivencias de Hayes, lanzándose así a una producción ardua, accidentada y llena de inconvenientes, pero decisiva en las carreras de los implicados. No obstante, y debido a la presión de los productores y a decisiones del propio director, ciertas concesiones se hicieron y la realidad termina difuminada para lograr el impacto dramático.

Reales tuvieron que ser los amartilleantes latidos del joven neoyorkino al encontrarse frente a los guardias aquella noche, como bien plasma Parker haciendo uso de una puesta en escena asfixiante; desde que decide pegarse la droga al cuerpo sabemos su destino, y esos latidos no cesan, hasta llegar a una intensa secuencia nocturna ante ese avión que jamás será abordado. Stone hace eco de su rabia, de su análisis social y pone a Nixon como ejemplo del descontento y la vulnerabilidad de Norteamérica. Hayes es un iluso que cree que su pasaporte tendrá los mismos efectos que la Constitución de su país.
Parker nos hace ver que no, sin concesiones, y esa fue la causa de la controversia y el desprecio que surgió contra la película. En breve somos testigos de una conducta cruel por parte de todos los personajes turcos, todos, con una falta repulsiva de piedad; el único que parece mostrarla es ese embajador que solidariza con Hayes. Pero importante sería plantearnos: ¿deberíamos? Tal vez cadena perpetua y encerrarle por posesión en una cárcel compartida con asesinos, violadores y otros elementos de la peor calaña es mucho para un chico sin antecedentes, pero...¿acaso no fue su error? Lo fue, aunque la historia se narre desde el punto de vista de un hombre acusado "injustamente" en un país donde no puede defender su libertad.

También se eliminan los traslados por los que pasó Hayes, centrando la acción en Sagmalcilar, tras una breve estancia en Sultanahmet, donde el director ya tiene claro como desatar la violencia cruda en reducidos y oscuros espacios; intenta aspirar sobre todo a reflejar los actos más bajos de la condición humana, entre la dureza de Schrader y la visión descarnada que pudieran haber imprimido Fuller, Rosenberg, Lumet o Mallick. Brad Davis, muy exprimido en las garras de Parker y de poco parecido físico a su original (mejor opción habría sido Norbert Weisser...), se rodea de todo tipo de individuos, no obstante sólo entabla amistad con sus compatriotas (aspecto racista, pero creíble al fin y al cabo).
Experimentamos la brutalidad en primera persona, las detalladas descripciones de un sistema caótico, mientras Evan Hercules, Michael Seresin y Geoffrey Kirkland capturan, aun filmando en Malta, el turbio escenario que habría de ser una cárcel turca, metiéndonos por los ojos, la boca y la nariz el hedor a sangre y carne sudada y vejada debido a la constante tortura, y Parker logra que la estructura narrativa gane enteros gracias al inteligente uso de las elipsis para enfatizar el impacto dramático, dejando que en pantalla lo importante sean las reacciones de los personajes y no los acontecimientos que las originan.

No vemos el asesinato del gato, ni el robo a Rifki, ni la paliza a Jim...ni hace falta; las consecuencias son más dañinas y perjudiciales que los actos. Y sin embargo esas elipsis dejarán sitio a la acción presente en el momento adecuado, justo cuando el público esperase volver a ver la clásica fuga de la prisión, demasiado fácil tal y como se pinta. Ni mucho menos; Parker y Gerry Hambling saben qué hacer en la sala de montaje. Antes de entrar en tópicos la trama se escora hacia otra parte y se eleva a las alturas a través de la violencia del protagonista contra Rifki, que ya olvida las causas justas, y la piedad y esas gilipolleces. Aunque esto jamás sucedió realmente.
Davis es una presencia imparable, y a cámara en mano su ímpetu destructiva se siente con más fuerza; el director quiebra emociones en este viaje climático de Hayes a las tinieblas de la locura, a su infierno, donde hará girar su existencia al revés de la de los demás (literalmente). A este punto el encuentro con Susan (quien en la realidad no estuvo presente durante su detención) es inesperado y desgarrador: el hombre no desea la fe, ni la confianza, ni la esperanza, sólo el calor de los pechos de la mujer que ama y a la que únicamente puede anhelar a través de un cristal frío. La entrega de ambos actores en esta secuencia sin música pone los pelos de punta...

Brillantes también esos Randy Quaid, Paul Smith y Paolo Bonacelli, y desde luego un John Hurt que es punto y aparte (aparece en pantalla y captura nuestra atención con una facilidad pasmosa, el desgraciado), alrededor del protagonista, figurando los pilares en los que se debe apoyar un drama carcelario (el loco con esperanzas, el guardia sádico, el repelente soplón, el cínico que se rindió hace mucho...), quedando éste a su vez, y a pesar de toda su controversia tras su estreno, un pilar irrompible del género para la posteridad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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