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Voto de Chris Jiménez:
7
Cine negro. Thriller. Intriga En una ciudad europea agitada por disturbios raciales, un poderoso magnate debe enfrentarse al único poder que no podrá engañar ni corromper: la muerte. Por otra parte, un detective trata de encontrar a la mujer que ama, y, al mismo tiempo, una inocente joven lo sigue con el disparatado propósito de devolverle la vida a su hijo, que ha sido asesinado en la cuna por un pistolero. (FILMAFFINITY)
22 de mayo de 2021
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Un detective de corazón puro nos guía a través de un viaje hacia las tinieblas de lo desconocido, una sombra perpetua y amenazante como la de la muerte recorriendo cada esquina y un alma inocente atrapada en este absurdo universo de traición y atrocidad...

Es el viaje que podríamos esperar si el hombre que está al timón es Gonzalo Suárez, una de esas personalidades de nuestro cine cuyo objetivo es distanciarse lo máximo posible de cualquier término que le pudiera relacionar con lo racional, lo plano, lo que en definitivas cuentas el público puede explicarse sin un poco de esfuerzo, como pudieron serlo también Sebastián D'Arbó, Carlos Saura, Agustí Villaronga o incluso el maldito Iván Zulueta; esos autores que huyen de lo corriente. Ya entrado en los '90 y tras una pieza desconcertante como "La Reina Anónima", que navegaba entre lo fantástico y lo humorístico, el asturiano se prepara para rodar en la lejana Varsovia.
Manejará un presupuesto holgado y un reparto colmado de importantes actores para su versión de "Historien om en Moder" del gran Hans Christian Andersen, reconociendo una vez más la importancia de las fuentes literarias en su cine, aunque sus ideas en este caso le traicionarían un poco por no plasmarlas ni expresarlas como en principio imaginó. En una playa solitaria empieza este cuento, con dos misterioros hombres que se encuentran y que se hallarán en constante persecución: un detective y un asesino...

Hay que reconocer que el lugar menos adecuado para afrontar una obra de Suárez es el del espectador, quien podría caer en el error de descifrar o interpretar a cualquier precio un discurso, un saber, un conocimiento unívoco, ya sea analítico, policíaco, cinéfilo, místico o filosófico en ella, cuando su artífice ya se ha adelantado a esa idea. No es diferente "El Detective y la Muerte", que nos sumerge en un escenario envuelto en sombras donde la teatralidad es necesaria, pues se van a desgajar las entrañas del "noir" a través de una poética evocadora y extravagante.
Cornelio es requerido por un poderoso y moribundo magnate (G.M.) del submundo gangsteril para averiguar dónde está la que fuera su amante ("La Duquesa"), ya que el deseo de su hija Laura es verla muerta; y Cornelio, detective honesto y lacónico en la más pura tradición del género, ha de llevar hasta ella a un asesino (el "Hombre oscuro"), con quien comparte un pasado doloroso. Este relato se nutre de la sensación alucinógena que provoca el adentrarse en esferas que pueden o no ser parte de la realidad; las heredadas de de Lynch aparecen con facilidad, pero estos caminos remiten a los que perfilaban tiempo atrás cineastas como Edgar Ulmer, Fritz Lang o Jacques Tourneur.

La lógica no corresponde por tanto a la narrativa mientras atravesamos ese escenario en plena guerra, desconocido y fantástico como el Alphaville de Godard; en su lugar es preciso dejarse absorber por sus misterios de índole "hitchcockiana" amparados en la liteatura de Cortázar. El detective corre con la Muerte siguiendo sus pasos mientras cada personaje, sujeto a los parámetros de un mundo ahogado por la hipocresía, la codicia, el nihilismo y el odio ve amenazada y confundida los principios de su identidad; y entonces, a poco que despega la historia, aparece de la nada Maria, la única persona inocente de este relato de miseria, celos, violencia y corrupción.
Delicada y desamparada madre al que el "Hombre oscuro" le "roba" la respiración de su hijo (el realizador nos hace sufrir con una de las secuencias más asfixiantes de, sin exagerar, toda la Historia del cine) la tremendamente irritante Maria de Medeiros incomoda hasta la extenuación pues su sola presencia viene a aportar una luz redentora a ese universo tan devorado por las sombras, además de transmutarse en la heroína del cuento de Andersen, que va tras la Muerte para recuperar la vida de su hijo; esta Maria se une a Cornelio cual caballero andante en una peripecia desde los destrozados suburbios de la ciudad pasando por sórdidos y elegantes clubs.

El destino de ambos es la Casa Azul de G.M., alrededor de la cual pivotan muchos secretos y misterios, y este viaje lo realiza la mujer sin sus gafas, signo inequívoco de lo torcida y difuminada que se presenta esa realidad a afrontar. Suárez impregna de teatralidad el espacio, de sutilización y elegancia las formas y romantiza tanto los diálogos como los personajes, casi mitificándolos en pura simbología. Sin embargo el argumento, que no resulta complicado de seguir si uno se deja enroscar en su ilusoria imaginería, está también lleno de zonas vacías y huecas, momentos que somos incapaces de alcanzar a averiguar el por qué de su presencia. Por suerte en los cuentos nada importa esto...
El director, que a cargo él mismo de la fotografía elabora unos ambientes perversos y bellos (bien ayudado del equipo del genio Alain Bainée), pone al frente del suyo a un remedo de Philip Marlowe y Lemmy Caution, de pocas ambigüedades, encarnado por un Javier Bardem en estado de gracia, que pasea su flemático carisma con obstinada dureza y que acabó ganando por ello la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián. A su lado deslumbran (y esta luz le sobrepasa) unos fantásticos Héctor Alterio, Charo López, Mapi Galán, Francis Lorenzo y un Carmelo Gómez repulsivo como el que más.

De no ser por el innecesario personaje de Medeiros, cuyo lugar bien podría ser ocupado por el de la hipnótica López (provoca, desde su aparición hasta el final, la misma pregunta: "¿qué demonios pinta aquí?"), "El Detective y la Muerte" resultaría más satisfactoria...además tampoco ayuda su conclusión abierta e inexplicable.
Da igual lo que le pase a Maria, lo que queremos saber es qué le sucede al detective. No esperen cine negro al uso, pues los caminos de Suárez están definidos por las modulaciones de la música, el teatro y la fantasía, por tanto, con sus muchos errores, esta obra consigue cautivar en toda su rareza y permanente extrañeza.
Chris Jiménez
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