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Voto de Chris Jiménez:
10
Drama América, años 40. Don Vito Corleone (Marlon Brando) es el respetado y temido jefe de una de las cinco familias de la mafia de Nueva York. Tiene cuatro hijos: Connie (Talia Shire), el impulsivo Sonny (James Caan), el pusilánime Fredo (John Cazale) y Michael (Al Pacino), que no quiere saber nada de los negocios de su padre. Cuando Corleone, en contra de los consejos de 'Il consigliere' Tom Hagen (Robert Duvall), se niega a participar en ... [+]
26 de octubre de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"No es personal, Sonny...sólo negocio". Punto de inflexión en la historia: Michael decide emprender la venganza por su padre, aunque intente ocultarlo tras una convincente serenidad.
El joven que quería mantenerse al margen de los asuntos familiares va a matar a Sollozzo y McCluskey. Ya sabemos quién sucederá al Don y, con el cargo, los mismos pesares, traiciones y engaños...pues esa es la única vida de la mafia.

Bueno, ha habido muchos "dones" en la Historia del cine, sí, pero ninguno de ellos tan memorable como Vittorio Corleone. Él es el Don, y no existe ni existirá otro que se ponga a su altura, ni a la de su honestidad, rigidez e imponente y aterradora presencia; todos, o al menos muchos de nosotros, sabemos que sólo hay un Padrino al que temer y respetar. Y es que, aquellos que descubrieron el cine de mafiosos a través de obras como "Uno de los Nuestros", "El Siciliano", "Érase una Vez en América", "Una Historia del Bronx", "El Don ha Muerto" o la gran serie "Los Soprano", han de saber que el origen de todas se encuentra aquí.
O, mejor dicho, en la novela de Mario Puzo de mismo nombre, publicada en 1.969 y que se mantuvo en la lista de los best-sellers durante más de un año; considerada como "algo que iba más allá de una historia sobre la mafia" por el vicepresidente de Paramount, Peter Bart, éste instó al escritor para confeccionar el guión de una adaptación. Por otra parte, obsesionado con que un realizador de raíces italianas se hiciese cargo del film, Robert Evans apostó por Francis F. Coppola, protegido de Roger Corman y miembro de honor del llamado "Nuevo Hollywood", tras rechazar Sergio Leone el proyecto para comenzar el de "Érase una Vez en América".

Coppola no se sentía muy conforme con la novela de Puzo, pues a su parecer ensalzaba la violenta figura del gangster italiano, no obstante acabó aceptando la oferta, tanto más cuanto que su anterior film, "Llueve sobre mi Corazón", había gozado de una pobre acogida. Escribiendo el guión cada uno por separado, la unión de ideas del director y Puzo se nota desde la mismísima secuencia con la que da comienzo la película; mientras uno imprime un tono romántico y trágico al mundo de la mafia, el otro deja entrever una dura crítica al corrupto sistema americano, gobernado por poderosas fuerzas que actúan en la sombra, que mueven los hilos, que controlan todas y cada una de las instituciones de la sociedad.
Un magistral prólogo de 25 minutos, quizá el más denso y complejo jamás rodado, nos introduce en los entresijos de la familia Corleone durante una pomposa ceremonia, la boda de Connie; lo sencillo y cotidiano se entremezcla con la frialdad y oscuridad de los negocios, donde prima la violencia, la traición, la venganza y la culpa. La pericia de Coppola nos sumerge de lleno en la épica hazaña en la que se embarca la familia, enfrentándose a otros clanes y al ascenso del mercado de la droga en la América de los '40, todo esto siendo observado desde fuera por Kay, la novia de Michael, el elemento extraño con el que el espectador se puede identificar.

Descorazonadora visión de un mundo agresivo, dominado por el cinismo y el interés en el que los hombres han de sobrevivir como puedan, plantando cara a la adversidad (a veces encarnada en aquellos que dicen ser sus mejores amigos) en base a sus fuertes convicciones, tratado por el director con una cercanía, psicología y humanidad que nunca estuvo tan presente en el cine de gangsters. "El Padrino" no sólo introdujo algunas de las más famosas iconografías del mundo de la mafia (la cabeza de caballo en la cama, el esparadrapo en la culata del arma, el mensaje del pescado...), sino que estableció para la eternidad el estereotipo del siciliano y sus códigos (honor, lealtad, valentía, honestidad y confianza) en constante confrontación con la realidad en la que operaban (mentiras, traición, codicia, conspiración).
En el bautizo, Michael jura ante el párroco renunciar a Satanás mientras vemos a todos los enemigos de los Corleone siendo eliminados con extrema severidad; no existe piedad, ni perdón divino, y tras la promesa más sagrada se hallan enterradas maldades y pecados eternos, que poseen a los hombres por necesidad, que nunca terminarán. Así como Vito construyó su imperio de la nada a base de sangre y fuego, su hijo Michael lo perpetuará empleando los mismos métodos; melancólica poesía de lo destructivo y lo macabro que acaba dejando una terrible sensación de malestar. Coppola maneja a la perfección drama, romance y una intriga del todo absorbente mientras pasajes calmados se combinan con estallidos de violencia.

Un torrente de emociones arropado por brillantes aspectos técnicos como la fotografía de Gordon Willis, la música de Nino Rota y el cuidado diseño de producción de Dean Tavoularis. La otra gran baza es, por supuesto, el reparto: jóvenes promesas que llegarían a estrellas como Diane Keaton, James Caan o Al Pacino junto a unos maravillosos Robert Duvall, Sterling Hayden, Al Lettieri, Talia Shire y Abe Vigoda, todos a la sombra de un inmenso Marlon Brando dando vida a uno de los personajes más carismáticos e imponentes jamás creados, quien, como ya sabemos, se ganó a pulso el título de Don (aunque los ejecutivos de Paramount no lo querían ni en pintura...).
Un puñado de escenas emblemáticas y el inmejorable trabajo de los actores dio sus frutos: trece veces más del presupuesto del film recaudado en taquilla (y eso sólo en su reciente estreno) y once nominaciones a los Oscar, de los que, vaya por Dios, sólo ganó tres. El éxito fue arrollador y ello significó un alivio para Coppola, que se enfrentó a un rodaje arduo y complicado.

En fin, ¿qué se puede decir que no se haya dicho ya? El cine, no sólo el de gangsters, sino el cine en general, tendría muchísima menos clase si esta obra maestra no llega a ser realizada. Por suerte, eso no sucedió.
Chris Jiménez
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