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Voto de Chris Jiménez:
5
Musical. Terror Paul Williams escribió la partitura de este clásico del cine musical de terror, en el cual participa interpretando el papel del malvado magnate de la música perseguido por un compositor desfigurado al que mete en prisión para robarle sus composiciones. Una vez en libertad, el fantasma se enamora de la nueva estrella de la canción promocionada por el magnate, comenzando así su particular venganza. (FILMAFFINITY)
29 de noviembre de 2019
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vais a convertiros en testigos de una fascinante historia: la búsqueda de un nuevo sonido para inaugurar de forma perfecta el último palacio del "rock", el Paradise.
Convertida ya en leyenda, esta historia trata del hombre que creó dicho sonido, de la chica que lo cantó y del monstruo que lo robó. Nunca se ha visto ni oído nada igual...en fin, así es el paraíso.

Durante los '70 en la industria cinematográfica el género del musical pretendía aprovechar todo su poder visual para impactar al espectador y revelarse más excitante y audaz olvidando los muy pomposos espectáculos de la era clásica de Hollywood, ya completamente desfasados (pese a todo, siguen siendo los mejores...). Entre los más conocidos cabría nombrar "Grease" o "Jesucristo Superstar", sin olvidar la desenfrenada "Rocky Horror Picture Show". Serían esas ganas de provocar y escandalizar tan propias de la época lo que hizo que Brian DePalma también se uniera a la corriente de los bailes, las pistas y los focos.
Y lo haría tras la perturbadora y exitosa "Hermanas" con "El Fantasma del Paraíso", que escribiría en colaboración del cantautor Paul H. Williams, creador de grandes "hits" en los '60 y '70 además desarrollando una no menos curiosa carrera en el cine (llegó a aparecer en "Los Caraduras" o "Batalla por el Planeta de los Simios"). La idea para el nuevo y rompedor trabajo del director surgía primordialmente de tres obras legendarias: "El Fantasma de la Ópera", "El Retrato de Dorian Grey" y el "Fausto" de Johann W. Von Goethe (tomando también algunos elementos de "Frankenstein").

Tres clásicos combinados y pasados, por obra y gracia de DePalma y Williams, por el filtro del musical, la comedia y el horror. ¿Imaginan ustedes a un Dorian Grey transformado en el infame propietario de una casa discográfica?, ¿y a un Fausto en la época de las plataformas, los maquillajes y el "glam"?...preguntas retóricas que encuentran aquí su inesperada respuesta. Tras una tenebrosa introducción narrada por el mismísimo Rod Serling que lleva impreso el espíritu de Hitchcock y "The Twilight Zone", el director nos traslada al escenario donde tendrá lugar la mayor parte de la historia.
Hilarante y llena de ritmo, "El Fantasma del Paraíso" hace su entrada entre luces, colores y "rock 'n' roll" (lo que marcará la tónica hasta el final) con una canción nostálgica y premonitoria interpretada por los Juicy Fruits; mientras, un dios observa a los mortales desde las alturas, protegido por los ventanales de su oficina, un dios que al principio no vemos (DePalma nos lo "presenta" con uno de sus recursos habituales: el plano subjetivo) llamado Swan, dueño del imperio del Mal que es el Paraíso y del sello Death Records. Aparece entonces el ambicioso e inocente cantautor Winslow, cuya composición, inspirada en "Fausto", será robada por Swan, ya que ve en ella la música perfecta para la inauguración del club.

Lo más interesante de este primer tramo de la película es sin duda la manera en que DePalma, a través de la sátira, lanza su demoledora crítica contra la industria discográfica, microcosmos de ambiciones, falsas promesas, almas corruptas y maldades cuyos diabólicos directivos siempre logran atrapar en sus garras a los desdichados que se atreven a depositar su esperanza e ilusión en ellos; en este caso, un moderno Mefistófeles se apropiará sin ninguna vergüenza de la música de un pobre desgraciado que se convierte en testigo de su degeneración física y mental, terminando por transformarse en un repulsivo y psicótico ser. Un fantasma.
El reencuentro de los protagonistas (tras una genial secuencia donde se homenajea "Sed de Mal" mediante una imaginativa pantalla dividida) queda zanjado con un contrato, representación perfecta del pacto con el Diablo y la condenación eterna del alma (ojo a la estremecedora primera cláusula que lee Winsolw); un vínculo que unirá a ambos en la vida y la muerte hasta que Swan decida romperlo. Antes de ser olvidado por el Mundo (igual que Fausto) Winslow se enamora de Phoenix, una joven cantante que ansía el éxito a quien ofrecerá la música de su composición...pero ella también será manipulada por las malvadas artimañas de Swan, que se la robará al "Fantasma".

Esta enfermiza relación triangular entre los protagonistas se verá salpicada de referencias cinematográficas en clave de parodia (impagables las de "Psicosis" y "Una Noche en la Ópera"), numeros musicales excesivos, alocados y coloristas que recogen el testigo de lo que era el "rock" americano de la época, una fatal historia de amor con devenires al drama y al terror, esperpénticos personajes "freaks" y un ritmo que no desciende en intensidad, dando como resultado un espectáculo bizarro, descarado, violento y sobre todo abrumador...a veces incluso desasosegante. En última instancia se practica un ataque directo contra el poder mediático y la televisión (casi en la línea de "Network").
A la cabeza del plantel, un ensalzado Paul Williams que sabe reírse de sí mismo y autor de la música del film, por cuya labor fue nomindo a un Oscar, seguido del genial William Finley y de una Jessica Harper sensacional en su debut (¿cómo es que aparecería así de sosa en "Suspiria"?). Igualmente destacable el trabajo de fotografía de Larry Pizer, el diseño de producción de inspiración expresionista de Jack Fisk (conocido colaborador de Lynch) y la vitalidad tras la cámara de un DePalma completamente desatado, fuera de sí, decidido a facturar la "rock opera" de terror definitiva.

La decadencia del universo musical y el descenso a los infiernos del ser humano observados desde la perspectiva más salvaje, depravada, gamberra y hortera.
Incomprendida joya de culto por muchos, experimento musical insoportable por otros, "El Fantasma del Paraíso", fracaso de taquilla que casi ni se llevó el aplauso de la crítica (aunque su banda sonora logró venderse sin problemas), aún mantiene la controversia con respecto a su calidad y valía cinematográfica.
Chris Jiménez
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