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Voto de Chris Jiménez:
7
Comedia Las nuevas normas dictadas por la alcaldesa significan que el sexo, el peso, la altura y la inteligencia ya no serán factores decisivos para alistarse en las fuerzas del orden. Esto abre las puertas de toda clase de chusma, para disgusto de los instructores, si bien es cierto que no todo el mundo estará ahí por elección, como es el caso de Mahoney cuya alternativa era la prisión, y que intentará por todos los medios que le expulsen ... [+]
12 de febrero de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora el peso, la altura, el sexo, la talla, el color de la piel, la educación o la mentalidad no importan en absoluto para que cualquiera pueda ingresar en el excelentísimo cuerpo de policía de la Norteamérica de los '80.
Y menuda tropa se va a presentar en la academia para posteriormente patrullar por las calles y defender a los ciudadanos. En fin, ¡que Dios nos coja confesados!

"Loca Academia de Policía", por estúpida, soez, insustancial y disparatada que sea, es una de esas comedias con las que nunca puedes parar de reír, una comedia de los '80. Siempre lo consigue conmigo, y tengo que decir que se encuentra entre mis favoritas de aquella mágica década junto a "Top Secret", "Cita a Ciegas", "Esta Casa es una Ruina" y "Aterriza como Puedas", por nombrar sólo unas pocas (podría tirarme así todo el día...). Y si una película logra hacerte reír del mismo modo tras haberla visto un trillón de veces significa que merece la pena y que es, pese a su absurdez y poco sentido, realmente buena.
Una película que Hugh Wilson, creador de la premiada y recordada comedia de la CBS "Radio Cincinnati", escribió con la intención de debutar en el mundo del cine, a partir de la historia que idearon al alimón Pat Proft y Neal Israel. Un trío experimentado en el humor dispuesto a ofrecer un espectáculo a la altura de 1.984, un año en el que se pondrían en competencia éxitos como "Gremlins", "Los Cazafantasmas" o "Top Secret". Y lo harían para la compañía de Alan Ladd Jr., quien tras algunos batacazos de taquilla ("Blade Runner", "Elegidos para la Gloria") decidió respaldar una producción de moderado presupuesto enfocada al gran público.

Todo empieza con la escueta pero efectiva presentación de todos los personajes, quedando bien definidos desde el principio. El chulo y muy caradura Carey Mahoney no para de meterse en líos y hacerle la vida imposible a los demás, es lo que se conoce en términos generales como un peligro para la sociedad, así que un amigo de su padre le va a dar dos opciones: o se mete en una academia policial para aprender de primera mano lo que es la disciplina o va derechito a la cárcel...pocas alternativas, pero eso es lo que hay. Aunque este joven puede verse como cualquier cosa menos como un policía se topa con la nueva ley impuesta por la alcaldesa, que declara que cualquier ciudadano puede aspirar al cuerpo, desde luego un ataque en toda regla a las buenas y estoicas tradiciones norteamericanas.
El objetivo de Mahoney será claro y conciso: lograr quedarse el mínimo tiempo posible en la academia, y para eso sólo tendrá que armarla, que es lo suyo. Su plan es infalible pero choca con el carácter del teniente Harris, el encargado de entrenar a los nuevos reclutas y de hacer de su estancia un auténtico infierno; no obstante también tendrá tiempo de pasarlo bien, pues va a compartir adiestramiento con una pandilla de personajes a cada cual más extravagante, entre los que se hallan un chiflado obsesionado con las armas (Tackleberry), una chica de dulce voz y tímida actitud (Hooks), una caja de efectos de sonidos humana (Jones), un mujeriego empedernido (George) y una chica muy atractiva de la que se enamorará (Karen).

Con un humor cercano al de Harold Ramis o al del trío Zucker/Abrahams/Zucker, con ese toque tan gamberro de cine para adolescentes de los '80 al más puro estilo "Porky's" (mucho ojo al desmadre que se forma en la playa) y con un planteamiento que puede recordarnos al también inadaptado y chiflado pelotón de Ivan Reitman, esta irreverente, zafia y sumamente boba comedia desprestigia y degenera a más no poder el tan patriótico y conservador espíritu que las fuerzas del orden poseían en la América de la era Reagan (toda la "escoria" de la sociedad ahora tiene la oportunidad de protegerla).
De todas formas no es que contenga una gran crítica social, simplemente hace reír a base de diálogos llenos de tontos chascarrillos, actuaciones exageradas, "gags" pasados de rosca y bastante mal gusto, aunque a veces no llegue más allá de una comedia para toda la familia. Pero la mejor baza es la tropa llena de personajes "freaks" que tenemos aquí (personajes que no gozan, por cierto, de una gran introspección ni del beneficio de una relación que no pase de la comedia): ¿quién no se ha reído con las burradas de Tackleberry, con las putadas que le iban pasando a los trepas de Blankes y Copeland, con los ruiditos que Jones se sacaba de la manga, con las zapatiestas que organizaba Fackler o cuando se desquiciaba el teniente Harris?

Bueno, no hablamos de humor inteligente (para eso están Wilder o Allen), pero sí que queda asegurado un rato muy entretenido...y si es con una pizza y una coca-cola mejor que mejor. Absolutamente antológico el trepidante enfrentamiento en la ciudad, cargado de una emocionante sucesión de secuencias de acción e iniciado con esa expresión proferida por George (tras su impagable coqueteo con la chica japonesa) que yo, por lo menos, jamás olvidaré: "¡La viveta!". Pese a ser el protagonista, Steve Guttenberg irrita más que divierte (nunca me cayó bien este tío).
Los más graciosos son, sin duda, David Graf, G.W. Bailey, Michael Winslow, Bruce Mahler, Marion Ramsey y cómo no, el gigantón de Bubba Smith; también tenemos una joven y atractiva Kim Cattrall, y para rematar el memorable George Gaynes (no se me olvidará nunca el momento de la conferencia). Actores en su mayoría no profesionales del cine y poco conocidos que hicieron de "Loca Academia de Policía" una de las comedias más taquilleras del momento, lo que dio pie a una infinita serie de secuelas, como mandaba la tradición cuando un producto tenía éxito, a cada cual peor (la segunda se salva).

Ésta primera aún conserva el tipo contra el tiempo decentemente, y ni pierde su gracia ni su encanto. Todo ello rematado con la cándida mirada a cámara de un Mahoney a punto de probar su propia medicina y la animada "I'm Gonna be Somebody!" de los Heart Attack.
Impagables estos '80.
Chris Jiménez
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