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Voto de Chris Jiménez:
10
Thriller. Drama Las Vegas, 1973. Sam "Ace" Rothstein, un profesional de las apuestas, es el eficaz director de un importante casino que pertenece a un grupo de mafiosos. Su misión es controlar el funcionamiento del negocio y garantizar que la corriente de dinero que va a parar a manos de sus jefes siga fluyendo. Las Vegas es un lugar ideal para millonarios y políticos, pero es también lugar de paso de tahúres, prestamistas, traficantes de drogas y ... [+]
30 de mayo de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debería ser el título de la novela de Pileggi en lugar de "Amor y Honor en Las Vegas", porque teniendo en cuenta los hechos y las consecuencias que se describen tampoco le queda tan mal. Scorsese tomaría esta crónica y daría vida, así, a su obra maestra.
Con ella nos sumerge, como sólo el sabe, en un mundo de violencia, drogas, lujo y toneladas de dinero, donde se representa, de la manera más excesiva, trágica y cruda posible, el ascenso, la decadencia y la caída en el abismo del ser humano.

Nicholas Pileggi volvió a sus crónicas protagonizadas por familias de criminales recreando la situación que se vivía en Las Vegas en los '70, época en la que la mafia era dueña del dinero de los casinos antes de que todo se fuera a pique y pasase a estar controlado por grandes corporaciones. La historia se centraba, sobre todo, en la vida de Frank Rosenthal, que colaboraba estrechamente con los gangsters de Chicago, la esposa de éste, Geri McGee, y su compañero de fatigas y protector, Anthony Spilotro.
Tras el fracaso que supuso su experimento romántico "La Edad de la Inocencia", Scorsese iba a regresar a ese mundo que tan bien se le daba retratar, el de los gangsters, para deleite de los que cinco años antes se enamoraron de "Uno de los Nuestros", y lo haría colaborando nuevamente con Pileggi, quien le propuso llevar su crónica aún no publicada a la gran pantalla; entusiasmado con la idea, "Casino" se convirtió, al contrario de como suele suceder, primero en film y luego en libro, y el director comenzaría uno de sus proyectos más elaborados y ambiciosos.

El escenario es perfecto para tal epopeya: Las Vegas. Allí viajamos, a ese paraíso lleno de luces de neón, grandes hoteles y casinos de lujo, a ese monumento a la decadencia y a la corrupción que se erige en pleno desierto de Nevada como un faro en mitad de la oscuridad, sirviendo de guía a tramposos, corredores de apuestas, chulos y jugadores para ser desplumados por los peces gordos, porque al final, si hay algo que importa en esa gomorra moderna es el dinero...únicamente el maldito dinero.
A comienzos de los '70, Las Vegas no está controlada por empresas, sino por el crimen organizado italoamericano, unos tipos muy listos que manejan el tinglado desde Kansas City, así que los que creen que se mueven con libertad en la ciudad no tienen ni idea, como el sagaz corredor de apuestas Sam Rothstein, que consigue un puesto de director en el Tangiers, o el chiflado Nicky Santoro, uno de los matones de la familia que pretenderá sacar todo el provecho de Las Vegas. Se vivirán buenos tiempos, sí, pero la codicia, los engaños, los rencores, las traiciones y los miedos acabarán por descontrolarlo todo y convertir lo que una vez fue un paraíso terrenal, para aquellos que lo disfrutaron, en un auténtico infierno.

La escena inicial del film nos da una clara imagen de lo que va a suceder a lo largo de sus casi tres horas de duración: un Sam Rothstein ya mayor, agotado, cuya suerte se le ha ido escapando de las manos a pesar de que lo poseía todo; representándose con una gran explosión, fruto, quizás, de una amarga venganza, podemos ver cómo su alma se precipita a su inevitable descenso a los infiernos. Es lo que ocurre en esta tragedia épica: todo acaba hundiéndose, tanto los personajes como la ciudad, mientras la opulencia, el dinero, los lujos y las luces lo disimulan en una cortina de humo cuidadosamente urdida.
"Casino", con sus venenosos romances, sus amistades atravesadas de traiciones, sus grandes escenarios reflejo de una decadencia y corrupción infinitas, sus trifulcas entre hombres duros cuyas vidas está claro que no van a acabar bien, demuestra que Scorsese puede llegar más allá de lo que nadie creía, y todo esto repitiendo los mismos esquemas de obras anteriores. Como un maestro cirujano, destripa una vez más el mundo del crimen organizado ofreciendo un retrato desgarrador y descorazonador de sus personajes, obedeciendo algunas de las claves más conocidas del cine negro y de gangsters e imbuyéndonos en los entresijos, tejemanejes y secretos que se ocultan tras las mesas de juego de los casinos, los despachos de los bancos y las bonitas habitaciones de los hoteles.

Poniéndose en los pellejos de Sam Rothstein y Nicky Santoro (Frank Rosenthal y Anthony Spilotro en la vida real), Robert DeNiro y Joe Pesci vuelven a formar equipo con el director, cada uno magistral en su respectivo papel, por mucho que se asemejen sus personajes a otros que hubieran interpretado anteriormente; James Woods, una vez más, vuelve a hacer de James Woods, eso no se lo quita nadie, mientras que Sharon Stone consigue ganarse todo mi odio (bueno, a esta actriz nunca le he tenido un cariño especial) encarnando a esa zorra de marca mayor llamada Ginger McKenna (Geri McGee), cuyo final era, por qué no decirlo, de lo más previsible.
La troupe restante parece ya formar parte del universo Scorsese, destacando, entre las muchas caras que encontramos, L.Q. Jones, Kevin Pollack, Don Rickles, Frank Vincent, y los impagables Pasquale Cajano y Vinny Vella, aparte de que podemos ver de nuevo a la madre del director, Catherine, entre sus mafiosos, añadiendo esa sutil nota cómica que tan bien se le da a la mujer.

Salvaje y oscura a la par que elegante, excesiva y grandilocuente en todos los sentidos, y para rematar, adornada con una banda sonora brutal, un puñado de secuencias memorables (el épico final, con "House of the Rising Sun" de fondo...) y un humor negro de lo más retorcido.
Uno siente el aroma del dinero y el lujo dentro del Tangiers y se asfixia con el olor de las drogas, el alcohol, la basura y la sangre al salir a la calle; eso convierte a "Casino" no sólo en una de las más grandes películas de gangsters jamás realizadas, o en uno de los dramas más demoledores del celuloide, sino en toda una experiencia para los sentidos.
Chris Jiménez
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