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Voto de Chris Jiménez:
6
6,5
2.945
Animación. Drama. Fantástico
Kun, un niño mimado y consentido de cuatro años al que sus padres dejan de prestar atención cuando nace su hermana Mirai, empieza a sufrir situaciones en casa que nunca había vivido. Pero entonces, la versión adolescente de su hermana viaja en el tiempo desde el futuro para vivir junto a Kun una aventura extraordinaria más allá de lo imaginable. (FILMAFFINITY)
18 de diciembre de 2023
Sé el primero en valorar esta crítica
Creciendo solo, sin un referente mayor ni un protegido menor, la sorpresa que despertó en mí el nacimiento de una hermana tuvo su impacto, a pesar de pillarme en plena adolescencia.
E imaginar un futuro por cuyas grietas del tiempo podríamos escurrirnos seguro supondría toda una aventura...
Eso exactamente le vino a la cabeza al sr. Mamoru Hosoda cuando llegó a casa con su esposa y su recién nacida hija Mirai sólo para ser recibido con la sospechosa mirada de su hijo...y la historia nació también, porque si es algo bien sabido es que toda su filmografía se inspira de la realidad más cercana; tanto como el significado de la pérdida familiar y la asunción de la paternidad estaba impregnado por todas partes en "The Boy and the Beast" ahora un mundo entero se abre desde el exclusivo punto de vista de un niño, o más bien, un núcleo familiar en evolución.
Es el de esta película, que vemos durante un entrañable inicio acompañado de la peculiar voz de Tatsuro Yamashita, quien se reúne con el director tras una década, un proceso familiar a base de fotografías que comprenden toda una vida. No hay duda de que está tratando la historia de su propia familia. Y desde el cielo encapotado de Yokohama llegamos al hogar de los Ota, en un movimiento fluido cuya combinación de 2-D y 3-D es hipnótico; "Mirai no Mirai" ha abarcado tres exhaustivos años de producción con un equipo de nuevos miembros al mando de Hosoda, y el resultado es un regalo visual para los sentidos.
E igual que su hijo (pobre hombre, ¿no?), Kun debe enfrentar a esa pequeña extraña que va a arrebatar la atención (que no el amor) de sus anónimos progenitores. La primera parte es el acercamiento realista que uno espera del cineasta, retratado al 100% en ese padre sin sangre y sin coraje al que sólo le queda soportar los humos de una esposa gruñona y autoritaria; él es, en opinión de un servidor, el único personaje con quien el espectador masculino puede realmente simpatizar. Al revelarse el carácter de Kun, desplazado "por culpa" de Mirai, la atmósfera se espesa de celos, rabia y tozudez.
No tiene cabida para Hosoda representar a tal individuo desde una concepción adulta, como tanto se suele hacer en el mundo del anime, así que los cuatro años de Kun son literales: física y mentalmente. Y seré yo, que ni estoy habituado a los niños ni voy a estarlo jamás, pero al protagonista sólo lo he recibido con el mayor de los desdenes, con un sentimiento de rechazo tremendo que hace cuestionarme por qué sus progenitores, ante tamaños ataques de histeria, llantos y berrinches, no le hunden la cabeza en el suelo de un pisotón; no me equivocaría al decir que nos hallamos ante el personaje infantil más desagradable de la Historia del anime. Y lidiar con eso no es fácil.
De hecho de darle voz se encarga, en su primer trabajo de doblaje, la joven y talentosa actriz Moka Kamishiraishi, quien me gusta bastante...pero la voz de su Kun es algo que no quisiera escuchar ni en la peor de mis pesadillas. Así que, para llegar a ese instante mágico en que de repente la fantasía se infiltra en la realidad (o viceversa, quizás) de la manera más natural, hemos de habernos acostumbrado a la personalidad volátil y repulsiva del pequeñajo. Por arte de magia el minúsculo jardín de la casa se transforma en un vasto paisaje de ensueño, y una especie de vagabundo se persona ante el fascinado Kun...
Igual que yo, que no entiendo por qué ni para qué el perro de los Ota, Yukko, ha de adoptar una forma humana; pero dicho instante (imposible no recordar a Miyazaki o Takahata durante estas escenas) tiene como fin una intención educativa: la de la empatía y la comprensión. Tan amargado se siente el niño al perder su posición privilegiada en la familia como el perro que moraba en la casa antes que él; de este modo, y siempre como producto de los horribles celos, Kun será transportado por el "espíritu" hogareño a una realidad temporal alternativa para enfrentar diversos encuentros mágicos que le vayan enseñando el significado del valor de la familia. Y el segundo es clave.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Así que, después de tantas y tantas experiencias vitales, de tantas enseñanzas y aprendizaje, de tantos malos momentos...¿cambiará por fin Kun? Una rápida mirada a un futuro distante demuestra que quizás no, pero estará en él poder hacerlo; siempre tendrá a Mirai para ello. Yo me quedo con ganas de más y con toda sinceridad creo que ésta se merece su propia serie; curiosamente el film, no el más lucrativo del director en comparación con los anteriores, consigue en el extranjero una recepción asombrosa.
Tal fue la adoración a "Mirai" que terminaría nominada a Mejor Obra de Animación en los Oscar y en los Globos de Oro...inédito para el anime japonés (fuera de la familia Ghibli, por supuesto). Y yo aún no me lo creo; no es necesario poseer un gran conocimiento de esta industria para saber que hay cientos de títulos que deberían haber sido considerados para el Oscar antes del que nos ocupa.
E imaginar un futuro por cuyas grietas del tiempo podríamos escurrirnos seguro supondría toda una aventura...
Eso exactamente le vino a la cabeza al sr. Mamoru Hosoda cuando llegó a casa con su esposa y su recién nacida hija Mirai sólo para ser recibido con la sospechosa mirada de su hijo...y la historia nació también, porque si es algo bien sabido es que toda su filmografía se inspira de la realidad más cercana; tanto como el significado de la pérdida familiar y la asunción de la paternidad estaba impregnado por todas partes en "The Boy and the Beast" ahora un mundo entero se abre desde el exclusivo punto de vista de un niño, o más bien, un núcleo familiar en evolución.
Es el de esta película, que vemos durante un entrañable inicio acompañado de la peculiar voz de Tatsuro Yamashita, quien se reúne con el director tras una década, un proceso familiar a base de fotografías que comprenden toda una vida. No hay duda de que está tratando la historia de su propia familia. Y desde el cielo encapotado de Yokohama llegamos al hogar de los Ota, en un movimiento fluido cuya combinación de 2-D y 3-D es hipnótico; "Mirai no Mirai" ha abarcado tres exhaustivos años de producción con un equipo de nuevos miembros al mando de Hosoda, y el resultado es un regalo visual para los sentidos.
E igual que su hijo (pobre hombre, ¿no?), Kun debe enfrentar a esa pequeña extraña que va a arrebatar la atención (que no el amor) de sus anónimos progenitores. La primera parte es el acercamiento realista que uno espera del cineasta, retratado al 100% en ese padre sin sangre y sin coraje al que sólo le queda soportar los humos de una esposa gruñona y autoritaria; él es, en opinión de un servidor, el único personaje con quien el espectador masculino puede realmente simpatizar. Al revelarse el carácter de Kun, desplazado "por culpa" de Mirai, la atmósfera se espesa de celos, rabia y tozudez.
No tiene cabida para Hosoda representar a tal individuo desde una concepción adulta, como tanto se suele hacer en el mundo del anime, así que los cuatro años de Kun son literales: física y mentalmente. Y seré yo, que ni estoy habituado a los niños ni voy a estarlo jamás, pero al protagonista sólo lo he recibido con el mayor de los desdenes, con un sentimiento de rechazo tremendo que hace cuestionarme por qué sus progenitores, ante tamaños ataques de histeria, llantos y berrinches, no le hunden la cabeza en el suelo de un pisotón; no me equivocaría al decir que nos hallamos ante el personaje infantil más desagradable de la Historia del anime. Y lidiar con eso no es fácil.
De hecho de darle voz se encarga, en su primer trabajo de doblaje, la joven y talentosa actriz Moka Kamishiraishi, quien me gusta bastante...pero la voz de su Kun es algo que no quisiera escuchar ni en la peor de mis pesadillas. Así que, para llegar a ese instante mágico en que de repente la fantasía se infiltra en la realidad (o viceversa, quizás) de la manera más natural, hemos de habernos acostumbrado a la personalidad volátil y repulsiva del pequeñajo. Por arte de magia el minúsculo jardín de la casa se transforma en un vasto paisaje de ensueño, y una especie de vagabundo se persona ante el fascinado Kun...
Igual que yo, que no entiendo por qué ni para qué el perro de los Ota, Yukko, ha de adoptar una forma humana; pero dicho instante (imposible no recordar a Miyazaki o Takahata durante estas escenas) tiene como fin una intención educativa: la de la empatía y la comprensión. Tan amargado se siente el niño al perder su posición privilegiada en la familia como el perro que moraba en la casa antes que él; de este modo, y siempre como producto de los horribles celos, Kun será transportado por el "espíritu" hogareño a una realidad temporal alternativa para enfrentar diversos encuentros mágicos que le vayan enseñando el significado del valor de la familia. Y el segundo es clave.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Así que, después de tantas y tantas experiencias vitales, de tantas enseñanzas y aprendizaje, de tantos malos momentos...¿cambiará por fin Kun? Una rápida mirada a un futuro distante demuestra que quizás no, pero estará en él poder hacerlo; siempre tendrá a Mirai para ello. Yo me quedo con ganas de más y con toda sinceridad creo que ésta se merece su propia serie; curiosamente el film, no el más lucrativo del director en comparación con los anteriores, consigue en el extranjero una recepción asombrosa.
Tal fue la adoración a "Mirai" que terminaría nominada a Mejor Obra de Animación en los Oscar y en los Globos de Oro...inédito para el anime japonés (fuera de la familia Ghibli, por supuesto). Y yo aún no me lo creo; no es necesario poseer un gran conocimiento de esta industria para saber que hay cientos de títulos que deberían haber sido considerados para el Oscar antes del que nos ocupa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En contraposición a su carácter, que como ya he dicho le deja como uno de los más repelentes personajes infantiles del anime, su encuentro con la Mirai del futuro, entre mariposas y frondosa vegetación, es de lo más bonito.
Pero Hosoda descubre su juego demasiado aprisa; le habría venido bien la ayuda de otro guionista para reorganizar sus ideas, ya que la estructura narrativa no es otra cosa que una sucesión de pequeños relatos, definidos por un encuentro para volver a abrir los ojos a Kun, sintiéndose tedioso y poco inspirado.
¿Y por qué habría de ser así teniendo en cuenta el esmero y pasión que ponen el director y su equipo en narrar y magnificar a base de un estilo visual virtuoso cada uno de ellos? No pueden describirse con palabras las emociones transmitidas durante la inesperada reunión de Kun con su propia madre en una realidad pasada cubierta de lluvia y oscuridad (así lo describía ella observando el álbum familiar), ni tampoco se puede olvidar el comportamiento de ella, precisamente el que muestra el propio Kun. Se nos alecciona de una mala transmisión entre padres e hijos, donde la actitud de lo segundo (en este caso Kun) es un reflejo futuro de lo primero, quien se frustra al encarar dicho reflejo de sí mismo.
No veremos entonces a la madre regañar ni sacudir un buen par de castañas al hijo como realmente se merece pues era como él, y de llegar a hacerlo se terminaría convirtiendo en reflejo de su propia madre, lo cual ella rechaza. De todas formas el más conmovedor de los encuentros (un fastidio que no pertenezca a Mirai, quien se nos hizo creer que era la protagonista de la historia...) se da con el bisabuelo, veterano de guerra y herido en una pierna; no es sólo una comunión entre raíces familiares muy separadas, sino entre la misma Historia de Japón. Pero Kun, ingenuo, creerá estar ante su padre...
Toda esta belleza que supone el titánico viaje en el tiempo se reduce a una escala personal de relación entre bisabuelo y nieto, demostrando Hosoda por qué su cine es tan especial. ¿Entonces, por qué termina resultando tan insatisfactorio para todos (los que se han atrevido a decirlo, al menos) estos viajes y la estructura episódica? Por la sencilla razón de que, en una decisión confusa de guión, el niño no se ve afectado; inexplicable, pero su actitud sigue siendo la misma pase lo que pase: termina un viaje, parece que alguna enseñanza se ha extraído de ella, y sin embargo al día siguiente es como si nada hubiera ocurrido. ¿Estamos ante la versión anime de "Atrapado en el Tiempo" o qué?
Gracias a Dios, porque esto no podía seguir así, la película remonta el vuelo durante su último tramo, un viaje hacia un universo de almas perdidas que no encuentran su lugar en el mundo y que es, en una retorcida visión por parte del cineasta, la estación de Tokyo; pero antes de montar en el shinkansen que le lleve a ella, Kun tiene el más importante de todos los encuentros: con un "yo" adolescente amargo, melancólico y áspero (tal vez esta sea la respuesta a la pregunta de si era necesario tanto viaje a través de los recovecos de la familia Ota por una mera cuestión de celos...).
Ahora es cuando contemplamos a ese Hosoda capaz de hacernos vibrar con un simple cambio de atmósfera, y la de este descenso a los infiernos de la pérdida de identidad y el olvido entre cientos de individuos inclasificables y seres sin alma no tiene precio (más de un escalofrío recorrerá nuestra espina dorsal), todo para que la brecha entre el pasado y el futuro se abra y acuda Mirai (¿dónde se había metido todo este tiempo?) al rescate, quien cruza las realidades temporales cual "Paprika" hasta ser testigo junto a Kun del acontecimiento que marcó a la familia Ota: la aceptación de matrimonio de la bisabuela.
Y es uno de esos instantes en que pareciera que el corazón va a partirse en millones de trozos.
Pero Hosoda descubre su juego demasiado aprisa; le habría venido bien la ayuda de otro guionista para reorganizar sus ideas, ya que la estructura narrativa no es otra cosa que una sucesión de pequeños relatos, definidos por un encuentro para volver a abrir los ojos a Kun, sintiéndose tedioso y poco inspirado.
¿Y por qué habría de ser así teniendo en cuenta el esmero y pasión que ponen el director y su equipo en narrar y magnificar a base de un estilo visual virtuoso cada uno de ellos? No pueden describirse con palabras las emociones transmitidas durante la inesperada reunión de Kun con su propia madre en una realidad pasada cubierta de lluvia y oscuridad (así lo describía ella observando el álbum familiar), ni tampoco se puede olvidar el comportamiento de ella, precisamente el que muestra el propio Kun. Se nos alecciona de una mala transmisión entre padres e hijos, donde la actitud de lo segundo (en este caso Kun) es un reflejo futuro de lo primero, quien se frustra al encarar dicho reflejo de sí mismo.
No veremos entonces a la madre regañar ni sacudir un buen par de castañas al hijo como realmente se merece pues era como él, y de llegar a hacerlo se terminaría convirtiendo en reflejo de su propia madre, lo cual ella rechaza. De todas formas el más conmovedor de los encuentros (un fastidio que no pertenezca a Mirai, quien se nos hizo creer que era la protagonista de la historia...) se da con el bisabuelo, veterano de guerra y herido en una pierna; no es sólo una comunión entre raíces familiares muy separadas, sino entre la misma Historia de Japón. Pero Kun, ingenuo, creerá estar ante su padre...
Toda esta belleza que supone el titánico viaje en el tiempo se reduce a una escala personal de relación entre bisabuelo y nieto, demostrando Hosoda por qué su cine es tan especial. ¿Entonces, por qué termina resultando tan insatisfactorio para todos (los que se han atrevido a decirlo, al menos) estos viajes y la estructura episódica? Por la sencilla razón de que, en una decisión confusa de guión, el niño no se ve afectado; inexplicable, pero su actitud sigue siendo la misma pase lo que pase: termina un viaje, parece que alguna enseñanza se ha extraído de ella, y sin embargo al día siguiente es como si nada hubiera ocurrido. ¿Estamos ante la versión anime de "Atrapado en el Tiempo" o qué?
Gracias a Dios, porque esto no podía seguir así, la película remonta el vuelo durante su último tramo, un viaje hacia un universo de almas perdidas que no encuentran su lugar en el mundo y que es, en una retorcida visión por parte del cineasta, la estación de Tokyo; pero antes de montar en el shinkansen que le lleve a ella, Kun tiene el más importante de todos los encuentros: con un "yo" adolescente amargo, melancólico y áspero (tal vez esta sea la respuesta a la pregunta de si era necesario tanto viaje a través de los recovecos de la familia Ota por una mera cuestión de celos...).
Ahora es cuando contemplamos a ese Hosoda capaz de hacernos vibrar con un simple cambio de atmósfera, y la de este descenso a los infiernos de la pérdida de identidad y el olvido entre cientos de individuos inclasificables y seres sin alma no tiene precio (más de un escalofrío recorrerá nuestra espina dorsal), todo para que la brecha entre el pasado y el futuro se abra y acuda Mirai (¿dónde se había metido todo este tiempo?) al rescate, quien cruza las realidades temporales cual "Paprika" hasta ser testigo junto a Kun del acontecimiento que marcó a la familia Ota: la aceptación de matrimonio de la bisabuela.
Y es uno de esos instantes en que pareciera que el corazón va a partirse en millones de trozos.