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Voto de Chris Jiménez:
8
Bélico John Reese (Steve McQueen) es un polémico e indisciplinado militar que muestra una gran valentía en el campo de batalla. En el otoño de 1944, después de degradarlo, lo envían a la Línea Sigfrido, cerca de Bélgica. Su carácter amargo le mantiene alejado del resto del escuadrón, pero su coraje durante la batalla contagia a sus compañeros. Un día, sin la autorización de sus superiores, inicia el asalto a una fortificación alemana. Su ... [+]
27 de mayo de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una zona de amplia superficie, trincheras y un búnker. De frente, un vasto campo de minas y el ejército enemigo.
Seis hombres han de mantener la posición y aguantar por todos los medios las numerosas embestidas del bando contrario. Deberán proteger la delgada Línea Sigfrido.

Natural de Baltimore, Robert Pirosh comenzó como guionista en el seno de la MGM, principalmente de comedias, lo que le afianzó una prometedora carrera en la industria del cine; sin embargo terminó por servir en la 2.ª Guerra Mundial llegando a sargento mayor de la 35.ª División de Infantería y participando en la Batalla de las Árdenas. Más tarde, Pirosh regresaría a Hollywood donde se convirtió en realizador, con especial inclinación por el género bélico, donde sobresalió con grandes títulos como "Go for Broke!" o "Fuego en la Nieve"; plasmando sus experiencias vividas en el campo de batalla daría forma al guión de "Comando" (de mejor título original "Hell is for Heroes").
En dicho proyecto no sólo ejercería de escritor sino también de director, aunque toda esperanza se fue al traste cuando en su camino se cruzó con un arrogante y rebelde actor que había alcanzado recientemente la categoría de estrella: Steve McQueen; de este modo, Pirosh dejó el puesto tras la cámara a Don Siegel, artesano veterano que siempre afrontaba con talento cualquier género cinematográfico. Pero si tuvo que temer enfrentarse a algo sería al endiablado rodaje, con tensiones dentro del equipo (casi todas provocadas por McQueen), fallos técnicos, problemas de agenda con el reparto y continuos rifirrafes con la productora por el presupuesto.

Sin duda el ambiente idóneo para un film bélico como éste, donde se nos traslada al otoño de 1.944, cuando en los últimos estertores del conflicto unos soldados pertenecientes a la 95.ª División de Infantería que esperan impacientes a regresar a casa son llamados, para su desgracia, a combatir en el frente; se hallan en la frontera de Bélgica cerca de la Línea Sigfrido, a lo largo de la cual se desarrollará uno de los combates más arduos y terribles de la 2.ª Guerra Mundial. De forma concisa, Siegel nos presentará a estos hombres a quienes la victoria o la derrota ya les importa poco, lo único que desean es volver junto a sus familias lo antes posible.
Hombres en los que sobresale el recién llegado John Reese, un sargento degradado que es la perfecta imagen de la amargura y el laconismo, cuyo único deseo es presentarse en el campo de batalla para pelear hasta la muerte, que acepta indiferente; tras marchar la división hacia un punto estratégico, Reese y cinco soldados más (Larkin, Corby, Cumberly, Henshaw y Kolinsky) despertarán solos, abandonados por sus compañeros, que han partido hacia el Norte. Al otro lado el enemigo aguarda, con sus tanques, armas y explosivos, un enemigo impersonal, casi invisible, oculto entre la maleza y la oscuridad de la noche; la misión será resistir juntos hasta la llegada de refuerzos...

Con influencias del clásico "La Patrulla Perdida", el "Casco de Acero" de Fuller y de la corriente antibelicista tan propia de los '60, Siegel decide mostrarnos, al estilo de "La Colina de los Diablos de Acero" y con su habitual nervio y pulso narrativo, la guerra tal como es, sin concesiones a subtramas románticas ni momentos que den un tono grandilocuente o épico a la historia, metiéndonos de cabeza en el campo de batalla donde los hombres, sujetos a órdenes, se guían por sus instintos más primarios (matar o morir). Así se nos hará partícipes del aspecto más desagradable y crudo del conflicto bélico (como años después haría Peckinpah en "La Cruz de Hierro"), donde no hay gloria en la muerte, sólo un dolor insoportable.
Tras un primer tramo dominado por la incertidumbre y el humor que básicamente se encarga de establecer la relación entre los soldados, a quienes se unirán dos más (Driscoll y Janeczek), llega la noche y comienza la contienda propiamente dicha, entre tinieblas que sirven de manto para el restallar de los fusiles y el efímero resplandor de las explosiones; tendrá entonces lugar una de las más angustiosas secuencias del film (el intento de atravesar el campo minado, cuyo impactante resultado sin duda pillará por sorpresa al espectador).

Todo ello conduce a un trepidante final donde el director deja bien patente su habilidad para el más puro espectáculo, centrando su cámara (que adquiere el papel de testigo de los hechos) en la ferocidad de los disparos, los gritos, la sangre y el polvo; esta obsesión de Siegel por el realismo lleva a mezclar de manera sensacional sus secuencias con imágenes de archivo. Cabe destacar en el plano técnico la soberbia fotografía de Harold Lipstein y la intensa música de Leonard Rosenman. Encabezando el plantel tenemos a un taciturno y melancólico McQueen, ya habiéndose inmiscuido en el género bélico con "Never so Few", en un papel que le viene como anillo al dedo (el del antihéroe desobediente y rebelde, cuyo final será memorable).
Y está seguido de un gran grupo de actores donde destacan Harry Guardino, James Coburn (colaborando nuevamente con McQueen) y Mike Kellin, quien protagoniza el momento más desgarrador de toda la película, el cual concluye con una frase inolvidable ("¡si veis a mi esposa...no le digáis que esto ha sido así!"). Seca, salvaje, directa a la yugular y con una violencia que brota de las mismísimas entrañas, "Comando" tuvo la desgracia de sufrir el rechazo de crítica y público, significando un auténtico desastre en taquilla, lo que llevó al director a emigrar por un breve periodo de tiempo al cómodo universo televisivo.

Aun así nos encontramos ante una obra muy notable del género, que además logra posicionarse entre las más duras, asfixiantes y viscerales de la filmografía de Don Siegel.
La boca del búnker escupiendo fuego hará honor al título original de la película, el cual no podría ser más adecuado para los últimos minutos de metraje: ese Infierno que devora a los héroes para siempre en sus profundidades.
Chris Jiménez
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