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Voto de Chris Jiménez:
7
Comedia Aunque su mujer es insoportable, Nicholas, un joven dentista de Montreal, lleva una vida bastante tranquila. Las cosas cambian con la llegada de un nuevo vecino: Jimmy “El Tulipán”, un temido y reputado asesino a sueldo. Después de haber delatado a su jefe, el capo mafioso Yanni Gogolack, Jimmy intenta empezar una nueva vida en las afueras de Montreal. (FILMAFFINITY)
7 de agosto de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué puede suceder cuando en la vida de un aburrido dentista y una zorra subnormal se cruza un asesino a sueldo? Es decir, cuando la cotidianeidad de repente se ve arrastrada a un mundo de increíble misterio y peligro.
Las situaciones que pueden desencadenarse son impredecibles.

Como suele suceder con muchos cineastas cuyos trabajos concretos sobreviven de mejor manera que su filmografía en conjunto e incluso sus propios nombres, Jonathan Lynn, a estas alturas, ya está más que desaparecido de la memoria colectiva, tanto más cuanto que su última película tiene siete años de antigüedad. Si bien parece que salió de la nada cuando fue asignado por contrato para dirigir una producción a cargo de Bruce Willis y su hermano David, éste no sólo nos dio tan buenas comedias como "Clue" a mediados de los '80, "Monjas a la Carrera" y sobre todo "Mi Primo Vinny", sino la clásica y ácida "sitcom" política "Yes, Minister".
Y viendo que el guión está escrito por Mitchell Kapner (responsable de cosas como "Romeo debe Morir" o la secuela de "Inmersión Letal", que ya es decir), uno puede titubear, incluso sentir algún escalofrío, pero es sin duda la maestría veterana de Lynn y su sangre británica lo que da seguridad para acercarse a "The Whole Nine Yards", donde se reúnen un Willis recién salido del tremendo éxito de "El Sexto Sentido" y un Matthew Perry cada vez más acostumbrado a dejar "Friends" para hacer cine, encarnando a dos vecinos cuyas vidas van a cambiar en el mismo momento en que se conocen.

Ambos dos personajes clásicos: el segundo como el típico marido sin fuerzas ni autoestima cuya vida ha sido destruida por una esposa odiosa; el primero como el típico asesino simpático del que nadie podría ser capaz de sospechar nada. Ya desde el inicio quedan al descubierto los puntos fuertes y las carencias del film; por un lado no satisface su aspecto plano de comedia televisiva ni la velocidad a la que los personajes se presentan, pero por otro emerge ese particular toque que los ingleses tienen para el humor, y Lynn aprovecha la mala leche del guión y lo convierte todo en una farsa de pura malicia.
Pues esos personajes arremolinados alrededor del pobre Nicholas, que ocupa el lugar del espectador, y otros que irán llegando, revelan una condición desvergonzadamente cínica difícil de encontrar en una comedia norteamericana convencional; "Nine Yards", que vuelve sobre la misma premisa de "Mi querido Mafioso", de Herbert Ross, arrastra el casi moribundo hálito del humor negro de los '90, ese que tan bien combinaba con los relatos criminales, mientras por encima se percibe el olor "british" del cine de Stanley Donen o Charles Crichton, y la influencia de principios de década de "Blame It on the Bellboy" (según comentó Lynn, trató de imprimir a la historia un toque más europeo que estadounidense).

No se puede decir que atinase del todo pero es cierto que tampoco intenta salirse por la tangente con vulgaridades gratuitas al estilo de Jay Roach o los Farrelly. Domina bien las ingeniosas vueltas de tuerca en las que el dentista de Perry, casi como su homólogo Sheldon de "Los Suegros", se ve absorbido en una trama de asesinos ocultos, mafiosos idiotas de clase baja y una pila de engaños aún más sorprendentes por la naturalidad con que el guión los revela, en especial las identidades e intenciones de los protagonistas, cambiantes en todo momento.
A pesar de las pésimas habilidades interpretativas de Michael C. Duncan (lo de "La Milla Verde" fue un milagro irrepetible), su química con el arrogante Willis es efectiva, así como con el bufonesco y creíble Perry, quien no desaprovecha su facilidad para la improvisación y el humor físico. No causan la misma impresión, por desgracia, el grupo de féminas; Natasha Henstridge basa su personaje en la sensual gelidez de Lauren Bacall, Rosanna Arquette hace de imbécil insoportable y Amanda Peet se sobrepasa con su extravagancia, sus expresiones y tonta chulería, y pese a todo ella es la que realmente sobra en esta ecuación...

Porque su participación en esta salsa de asesinatos y traiciones no podría resultar más forzada; ¿no habría sido más ingenioso hacer que Nicholas y Tudeski se enzarzasen por Cynthia sin mediar otra mujer de por medio? El natural de Somerset hace lo posible manteniendo aquí a Jill, aunque sea con un calzador de talla 85, así como ese romance que sabemos va a nacer entre el primero y la tercera (imperdible cliché: el pobre idiota que se enamora de la mujer del mafioso), aunque si algo destaca es su naturalidad para tratar el acto de la muerte y el crimen con tal frívola mordacidad e infiltrar pinceladas de moral ambigua.
Pese a ella, que determina el carácter retorcido de los protagonistas, todos (salvo Sophie) son capaces de ganarse nuestra simpatía, incluso ese Kevin Pollak como el estúpido Gogolak. Cualquiera lo diría, no gozando de más salvo el carisma de su reparto (en el plano formal, nada que destacar; tal vez si los Coen hubiesen sido los responsables...), pero "Nine Yards" fue todo un éxito, no "durmiente", sino instantáneo, logrando terminar su carrera fílmica con casi el triple del presupuesto recaudado en taquilla. Para la crítica pasó sin pena ni gloria, pero a quién le importa...

Por alguna razón que escapa a mi entendimiento, con el paso de los años, ya sólo a partir de la mitad de aquel 2.000, la inmensa mayoría de las comedias, por lo menos las producidas en EE.UU., iban a perder parte de esa chispa irreverente, de ese encanto malévolo que tanto las distinguía en la década anterior.
Para muestra recuerden: Kevin Smith estrenó "Jersey Girl" y antes los Farrelly "Amor Ciego"; Hugh Grant y Jennifer Aniston no hacen sino contaminar de cursilería el género. Era el fin. Pero antes de que la mala sombra se perdiera del todo, Lynn nos dio esta entretenida farsa, tal vez falta de más violencia e ingenio, cuya tardía secuela que él no dirigió más vale no recordar nunca...
Chris Jiménez
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