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Voto de Chris Jiménez:
7
Terror La epidemia que hace resucitar a los muertos convertidos en seres ávidos de carne humana se ha extendido, llegando al punto en el que varias ciudades han quedado prácticamente desiertas. Los supervivientes deben refugiarse en zonas militares ya que los zombies no dudan en acabar con sus propios familiares... Continuación del clásico de horror de George A. Romero "La noche de los muertos vivientes" (Night of the Living Dead, 1968). (FILMAFFINITY) [+]
8 de febrero de 2017
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Los muertos vivientes tuvieron su primera aparición hace ya 88 años con "White Zombie"; el subgénero fue acumulando interesantes propuestas combinándose con otros temas y tipos de cine, hasta que George Andrew Romero, con muy poco presupuesto, rompió las reglas en "La Noche de los Muertos Vivientes".

El "zombie" se convirtió en icono "pop", y aunque surgieron imitaciones en todos los rincones del Globo ninguna superó a aquella joya de la serie "B", ni ponerse a su altura. Tras algunos esfuerzos que pasaron sin pena ni gloria en comparación con su proeza, el buen hombre decide retornar a las fábulas de los no-muertos inspirado por los pasillos del centro comercial de Monroeville, aunque carecía de financiación...pero un fanático del film de 1.968 llegó como del Cielo para ayudarle, y se trataba de Dario Argento, ya consagrado en aquellas fechas como uno de los cineastas más hábiles del suspense y horror.
Y a Roma que se fue Romero a desarrollar la película, influenciado también por la visión del italiano, quien acordó poseer los derechos de la distribución internacional. Diez años separan a los "zombies" de "La Noche de los Muertos Vivientes", y las cosas habían ido cambiando en el cine de horror; el director lo sabe y hace los arreglos pertinentes para seguir impactando al público: el blanco y negro es sustituido por colores vivos y la estética de claras influencias expresionistas y el suspense tan cercano a los trazos "hitchcockianos" se dejan atrás para captar al vuelo una violencia salvaje, cercana al cómic, y plasmada en pantalla de manera visceral, con cada estallido de sangre.

Romero nos lanza así a un apocalipsis ya comenzado, en el punto álgido de su expansión, y la sensación de histerismo es contagiosa. Pero no sólo los muertos vivientes son la causa. El histerismo erradica por completo la lógica, la moral y el sentido común de los ciudadanos; cunde la anarquía, los humanos se matan entre ellos en tensas carnicerías raciales (y disparan tanto los blancos como los que no lo son) y la televisión sólo sirve para que un puñado de ineptos más descerebrados que los propios "zombies" expongan sus absurdas opiniones intentando convencer a los espectadores de que ellos poseen la razón (como siempre ha sucedido y sucederá...).
La visión del neoyorkino, espolvoreada de no pocas dosis de humor negro, es tremendamente desoladora y nihilista y el apocalipsis "zombie" nunca ha sido mostrado de manera tan áspera como en esta ocasión, porque Romero, que es alguien inteligente, prefiere enfocar su tragedia en la insensibilización y la autodestrucción del ser humano (siguiendo con la idea que le dieron "El Día del Fin del Mundo" y "La Semilla del Espacio"); este primer tramo corresponde a la huida y es frenético, siguiendo a cuatro personajes unidos por el caos, dos miembros de los S.W.A.T. (Peter y Roger) y una pareja que trabaja en un canal de televisión (Stephen y Francine); además del grotesco "splatter" heredado de H.G. Lewis, el director tiene a bien crear unos muertos vivientes que no precisan chillar, ni correr, ni ser demasiado asquerosos como hoy en día para producir terror.

Sus "zombies" son almas en pena, silenciosas, tan aterradores como patéticos, capaces de sobresaltarnos con sólo aparecer de repente tras una esquina en un espacio oscuro. Maravillado por la composición del centro de Monroeville, Romero condensa allí la acción (expandiendo el escenario de la granja donde se refugiaban Barbra y Ben en el film original), y sirviéndole de afilada sátira al dejar a los no-muertos caminando en el interior sin rumbo fijo, justificado esto en palabras de Roger. Y es que decide, sin ninguna vergüenza, convertir en instinto primario (por lo que los "zombies" se guían) la obsesión por el consumismo, tan arraigada a la forma de vida norteamericana.
Incluso el cuarteto se permite un arrebato consumista en su larga estancia en el lugar, disipando el director el nerviosismo inicial y profundizando en el ineludible hastío y posible descenso a la locura que se debe sentir al contemplar la quiebra de la Humanidad y ser incapaz de hacer nada; en este ambiente sombrío los "zombies" deambulan en segundo plano, creyendo vivir el pasado ilusorio del que gozaban tiempo atrás en sus acomodadas y manipuladas existencias de clase media-baja. Este paréntesis en la película densa el ritmo, demasiado, a veces incluso provocando que se vuelva soporífera.

Por ello, para contentar al público, Romero nos regala todo un disparatado y trepidante festival "gore" con la incursión en el centro comercial de esos chiflados delincuentes, entre los que destaca el gran Tom Savini (haciendo las veces de coordinador de dobles y encargado de los efectos especiales tras la cámara). Ken Foree aporta su tosquedad y dureza, llevándose de paso una de las más escalofriantes secuencias (cuando se prepara a disparar Roger); Scott Reiniger y Gaylen Ross encarnan a los más interesantes personajes (sobre todo ella, a la que ni una vez oímos lanzar el forzoso grito de las féminas en las películas de terror, dando su Francine un giro a estos molestos estereotipos).
El caso es que "Dawn of the Dead" también tuvo su leyenda y siguió engordando la imagen de insurrecto de Romero, quien luchó para rechazar de los censores una temida "X", lanzándola finalmente sin una clasificación determinada (eso ni por asomo se hace hoy en día...) y logrando con ello arrasar en taquilla. Sin ser tan mítica como la de los '60 y con una conclusión que en su origen pudo ser más pesimista, estamos ante una deliciosamente brutal sátira sobre la sociedad, sucia, viscosa y asfixiante por momentos. Imprescindible obra del subgénero y el director, que lo redefinió siendo responsable de su explosión en la década que estaba por comenzar...

Stephen King ha sufrido varios ataques de alcoholemia a lo largo de su vida, pero cuando dijo que ésta era "una de las mejores películas de terror de la década" estaba sobrio y lo más importante: tenía mucha razón.
Chris Jiménez
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