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Argentina Argentina · San Juan
Voto de Valuska:
10
Drama Ester, su hermana Anna y su sobrino Johan atraviesan en tren un país extranjero y sombrío, probablemente en guerra. Los tres vuelven a casa, pero tienen que interrumpir el viaje y detenerse en una ciudad a descansar en un oscuro y destartalado hotel, ya que Ester, que sufre una crisis vital, se ha puesto enferma. Mientras Ester trata de reprimir la atracción sexual que le inspira Anna, ésta sale en busca de sensaciones que la liberen ... [+]
1 de junio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Yo no aceptaría mi papel. Pero ahora estoy demasiado sola. Probamos nuevas actitudes y las encontramos todas inútiles. Las fuerzas son demasiado poderosas. Quiero decir las fuerzas, las horribles fuerzas. Vigila tus pasos entre los fantasmas y los recuerdos”

Amarguísimo y corrosivo relato bergmaniano sobre Ester, enferma y cercana a la muerte, y su relación con su hermana Anna, con quien debe compartir la estadía en un hotel en medio de un viaje que realizan junto al hijo de Anna, Johan. Aquí Bergman expone magistralmente sus dotes como director utilizando un corto espacio de tiempo en el que interactúan los personajes, que casi tampoco se mueven del hotel en el que se encuentran, y narrando a través de sonidos, a través de miradas, pocos diálogos y un silencio asfixiante que casi podemos palparlo. La característica obsesión del maestro con respecto a la muerte acá se hace carne, mostrando los movimientos y la rebelión del espíritu ante la tortuosa sensación de finitud y soledad.

La oscura y misteriosa relación entre las hermanas se va desvelando de a poco y de a ratos y en su mayor parte las vemos solo mirarse o directamente esquivarse. El vínculo de Ester con el niño no es menos misterioso, teniendo el niño un rechazo al contacto físico con ella en varias escenas. El niño acá es el que mira, observa lo que pasa entre ellas y lo que sucede afuera de la habitación, en lo que parecería ser una primera y surrealista exploración de los contrastes de la vida. El film básicamente tiene que ver con la relación de Ester con ella misma (sus miedos, su soledad, sus “principios”), con el “más allá” (su enfermedad que la está acercando a la muerte) y con el “mundo” (la carne, “tejido eréctil. Es todo una cuestión de secreciones y erecciones”, la vitalidad más terrenal, que al no encontrarla ya en ella está representada en Anna y sus encuentros sexuales). Este no sería más que un vago intento de poner en palabras y conceptos lo encontrado en la película, ya que en realidad estas tres divisiones que al menos yo percibo, se encuentran indivisibles en las actitudes y reacciones de Ester y es lo que precisamente hace grande a esta película, la profundidad con que Bergman penetra sin “teorizar”. La relación entre hermanas podría parecer la mostrada en “Persona”, donde acá Ester intenta tanto mantener un papel o rol de fortaleza e integridad moral ante su hermana, como de “absorber” o hacerse propio el disfrute carnal, sexual, de Anna. Una lucha entre la carne y el espíritu que se ve complejizada por las máscaras en las relaciones humanas, el pasado, la excepcional situación de desolación y aislamiento, y la cercanía de la muerte que el alma humillada de Ester ya siente y no soporta.

La escena de Anna en su encuentro sexual luego de la discusión con su hermana y, especialmente, el clímax final, luego de la acumulación de tensión a lo largo de la película, resultan logradísimos y desgarradores, exposición del alma en su más absoluta desnudez. El miedo a la muerte se hace patente e insoportable, la máscara se sale por un rato. “Menos mal que te vas” dice Ester, ya de nuevo en su rol. Lo de después, ya podemos imaginarnos que es otra vez la asfixia, el calor, el encierro… En Anna, su, al menos físico, alejamiento de su hermana y sus presiones, le da un respiro tal vez momentáneo representado por la ventana que abre en el tren y le moja placenteramente el pecho. Y el niño… el niño intentando leer una carta con palabras en otro idioma, carta que pretende ser una comunicación y un contacto, y que por ello, supone un esfuerzo para el que no le alcanzará la vida ni sus fuerzas y deba rendirse como todos ante el silencio y los “idiomas”, que siempre terminan siendo “extranjeros”, desconocidos…

Y como no podría ser de otra forma, no hay respuesta a nada, quedan las inquietudes y las dudas a flor de piel, como siempre en Bergman, que se adentra y se detiene, avanza e inevitablemente retrocede con maestría en sus planteos existenciales, y hay que conformarnos con “mascaras”, con papeles interpretados, sin poder adueñarnos y controlar esas “fuerzas horribles” de la personalidad, de la existencia, de la muerte, del pasado; conformarnos con el silencio que podemos sentir en lo más profundo de Ester.

Creo que poco más puedo decir de “Tystnaden”, una de las cumbres de Bergman, que se me hace sumamente etérea, enigmática y reveladora a la vez de una forma que solo el cine me puede sugerir y por tanto su expresión en palabras termina siendo realmente pobre y hasta ambigua. En cualquier caso, como dice Ester, “no hay necesidad de hablar de la soledad. Es una pérdida de tiempo.”
Valuska
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