En la línea de la puesta en escena de "Doce Hombres sin Piedad", "El Método Grönholm" o la más reciente "Perfectos Desconocidos", toda la apuesta de esta película se basa en las interpretaciones y los diálogos. La historia interesa desde el comienzo, los diálogos son realistas y retratan con precisión a cada personaje. Los cuatro socios, impecables, con una bellísima Juana Acosta, cada día más asentada, un eficaz Brendemühl, un vulnerable Paco León, lejos de sus papeles histriónicos de comediante televisivo y un Raba muy creíble. Pero el actor que se come la cámara y la película es Manuel Morón, el eterno secundario que interpreta con sus silencios y sus miradas todo lo que su personaje precisa. Hacia mitad del rodaje es posible que el espectador avezado presiente por dónde van los tiros, pero el final no busca sorprenderle, busca que interprete libremente cómo ha acabado el cuento. Una película interesante que se ve con agrado y con interés.