Pues lo peor que se puede decir de esta película es que desperdicia un buen planteamiento y una interpretación genuina y esforzada de Roberto Álamo. Y lo mejor es que intenta indagar en las terribles heridas que una muerte violenta deja en su entorno. Heridas emocionales, de las que no se ven y que muchas veces se ignoran. Pero todo este planteamiento se va desmoronando a medida que los personajes que van apareciendo no son creíbles. Y es que exceptuando a un correcto Carlos Bardem, el siempre eficaz y muchas veces magnífico Casablanc acaba naufragando defendiendo un personaje de psiquiatra que nadie se cree por las implicaciones que tiene. Tampoco está muy fino Gertrudix en un papel de loco que parece sacado de ALGUIEN VOLÓ SOBRE EL NIDO DEL CUCO. La niña no es tampoco como para tirar cohetes y Manuela Vellés está anodina. En fin, que además de que la historia no atrapa, el elenco o está mal elegido o no se cree lo que está haciendo, por lo que la película acaba, inevitablemente, haciéndose larga. Un final empalagoso y en exceso explicado tampoco ayuda mucho, la verdad.