Puesto en valor ahora por la película de Spielberg homónima y que casi copia plano a plano a ésta, decido revisitar esta historia que en mi adolescencia me atrapó, primero en forma de libro y después en este musical.

Sigo pensando que Natalie Wood no necesita cantar ni bailar, que basta con que esté delante de la cámara. Y que Toni está encarnado por un actor bastante soso, menos magnético que un Bruno más redondo o, sobre todo, que la magnífica Rita Moreno, que se come plano a plano a quien ose ponerse frente a ella.

Números musicales magníficos, canciones inolvidables, unos escenarios de estudio que parecen transportarnos a un NY ideal y soñado. La historia eterna de Romeo y Julieta, elevada por las canciones inolvidables de Leonard
Berstein, a cada cual mejor coreografiada.

María y Toni, Toni y María se vuelven inmortales. Pero también en la de Spielberg, conste. Hagan como yo y vean ambas en una sesión doble inolvidable que les reconciliará con el cine y con los musicales.