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España España · Las Palmas de Gran Canaria
Voto de Arsenevich:
2
Comedia. Romance Ted Strohehmann ha vivido angustiado durante 14 años de su vida. La razón de su desgracia no es otra que la famosa Mary Jensen, la chica a la que todos desean y con la que por fin consigue tener una cita en la fiesta de graduación. Pero un desgraciado accidente con la cremallera del pantalón arruina sus planes. Ahora parece que tendrá otra oportunidad. (FILMAFFINITY)
4 de enero de 2019
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo que tenía quince años cuando estrenaron este engendro, y ya desde entonces no me hizo maldita la gracia. Con este dato no pretendo presumir de juventud ni de madurez, sino dejar claro que las filias o las fobias que despiertan este tipo de comedias poco tienen que ver con una cuestión generacional, que es una de las cosas que suelen argumentarse. Lo cierto es que siempre he estado de acuerdo con ese postulado que sostiene que resulta más complicado hacer reír que llorar, que supone una proeza de mayor mérito elaborar una comedia solvente y realmente graciosa que un drama lacrimógeno. Pero estoy convencido de que algo debió de ocurrirle al humor en el salto inmenso que va desde, por ejemplo, «Ser o no ser» de Lubitsch hasta el vasto e indigesto imperio de los Farrelly Brothers. Algo muy fuerte, muy sonado. Una demolición, el derrumbe de un conjunto de conceptos de primer orden que, creo, están directamente relacionados con la tarea de pensar.

Tomemos algún que otro ejemplo. No voy a caer en genialidades absolutas como Chaplin o Keaton, que no necesitaban ni siquiera hablar para hacerte pensar y reír al mismo tiempo. Voy ya al cine sonoro. «Historias de Filadelfia», por ejemplo. O «Luna nueva». Comedias totalmente discursivas, donde el humor se desliza entre las líneas del guion, entre los parlamentos de los personajes. El humor supone la argamasa que el director coloca en medio de los diálogos y de cuyo fermento surge la materia reflexiva que, tras incubarse en la mente del espectador, se transforma en comedia y provoca la explosión de hilaridad. Es un juego cómplice, una partida entre dos. Un binomio. Existe un «feedback» innegable. No hay humor si el espectador no piensa, no filtra, no tamiza y finalmente no interpreta la parte (el gag ocasional) en relación con el todo (el contexto general de la película). Vuelvo a «Algo pasa con Mary», porque me he desviado un poco del tema. ¿Dónde está realmente la gracia en la escena de la cremallera, donde los directores no pueden sugerir ni el hecho trágico mismo sino que tienen que mostrarlo en un plano fugaz e innecesario? ¿Realmente hace reír el sainete del «esperma volador» y sus consecuencias estéticas, vulgares y frontalmente escatológicas? ¿Es factible siquiera la posibilidad de poder devolver la pelota al contenido del mensaje, involucrarse, ser parte activa por medio de la interpretación cuando los elementos que componen la comedia vienen no sólo mascados, sino directamente regurgitados y listos para una digestión rápida y una evacuación todavía más rápida?

Que se me entienda: no ataco a esta comedia por burda, chabacana y pedestre (que también), sino por estúpida y descerebrada, por constituir una de las banderas de la comedia moderna, de esa que no sólo no te invita a pensar y a interpretar, sino que directamente te lo impide, embruteciendo y bloqueando la capacidad de especulación conceptual del espectador. No le permite ni imaginarse lo que son los genitales atrapados en una cremallera porque se lo estampa en la frente con imagen y sonido.

Creo que algo le ha pasado al humor si seguimos riendo como cochinos pero no tenemos la posibilidad de pensar. Creo que algo le ha ocurrido al género cuando la principal defensa que leo una y otra vez se refiere a que esta película podrá ser de muy mal gusto, pero que en realidad entretiene y eso es lo que cuenta. A mí me aburre, me fastidia, me empacha y a ratos me descompone. Y no por su instalación en una especie de proscenio donde sobreviven con el nombre de «clásicos modernos» esta y otras bazofias similares, sino porque siento que por el camino el género humorístico ha perdido su esencia más importante: la de obligarnos a participar.
Arsenevich
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